El pasado domingo 19 de septiembre, en Salamanca, Guanajuato, murieron 2 personas y otras resultaron heridas tras la explosión de un artefacto explosivo. El debate en los siguientes días se concentró en determinar si era un acto terrorista, sin embargo, nosotros consideramos que la clave, desde el punto de vista de la inteligencia, no está en el acto mismo, sino en el dominio de la técnica mostrada ese día por parte de los perpetradores.
Por muchos años, en CIS Pensamiento Estratégico hemos dado puntual seguimiento al fenómeno del terrorismo tanto doméstico como internacional, los artefactos explosivos improvisados y la utilización de técnicas terroristas por parte de organizaciones criminales. Sin embargo, a pesar de que consideramos que lo sucedido en Salamanca no fue un acto terrorista, este evento tuvo elementos interesantes que lo hacen similar a algunos otros actos conducidos por grupos que han abrazado el terrorismo en México.
El tipo de ataque no define si es terrorismo o no. Es decir, no por que haya explosivos es terrorismo y no por que haya armas pequeñas o ligeras en una escena del crimen es un acto criminal simple. Tanto es probable que el terrorista utilice la venta de drogas para financiarse como también lo es que el narcotraficante utilice explosivos para amedrentar a sus adversarios o al gobierno que combate.
Un ataque cuya finalidad sea utilizar el terror como método multiplicador de fuerza para cambiar o imponer una situación política que convenga al perpetrador es un ataque terrorista. Por el otro lado, cuando el objetivo final que se persigue en un ataque es obtener una ganancia monetaria –independientemente de si se utilizaron técnicas terroristas de por medio—, como cobrar viejas deudas, imponer un producto, conquistar un mercado o controlar una ruta para transitar el bien ilícito, entonces lo consideramos un acto criminal simple. No es que se le quite importancia al evento, solamente que deben ser tratados de forma distinta para aclarar los hechos. Definitivamente, ambos son actos criminales, pero con objetivos distintos.
Sin embargo, desde el punto de vista de la inteligencia (tanto nacional como estatal), nos debería preocupar algo verdaderamente relevante y que es el dominio de la técnica utilizada en el ataque en Salamanca.
Los artefactos explosivos improvisados (IED por sus siglas en inglés) son instrumentos utilizados con relativa frecuencia en conflictos urbanos por varias razones. En primer lugar, es un instrumento altamente eficaz para producir muerte y caos; en segundo lugar, por el poderoso impacto que tales ataques tienen sobre la imaginación de la población objetivo, es decir, crean sensación de pánico, ansiedad y terror que puede perdurar toda la vida; y en tercero, porque son baratos y relativamente fáciles de construir.
Estrictamente, para fabricar un explosivo improvisado lo que hay que hacer primero es saber mezclar sustancias que sean capaces de producir una reacción química rápida y que ya sea por fricción, impacto, choque, descargas eléctricas o calentamiento produzca una presión importante que libere la energía. Esencialmente se necesita nitrógeno, oxígeno y algún elemento oxidable. Lo siguiente es diseñar un sistema de activación, si es que las propias sustancias mezcladas no reaccionan por sí mismas y necesiten de esa ayuda extra. Finalmente necesitarás el contenedor que logre mezclar la reacción pero que también permita que se acumule la energía para posteriormente explotar.
Por lo tanto, el gran truco no es fabricar un explosivo, sino fabricar un buen explosivo que cumpla con su propósito. Cuando los individuos o las organizaciones criminales utilizan artefactos explosivos caseros generalmente se apoyan en la infinidad de videos que hay en la red sobre cómo prepararlos. Sin embargo, estos no logran su cometido o no llegan a generar la explosión esperada debido a que no se utilizan los ingredientes correctos o las mezclas adecuadas o no han experimentado lo suficiente como para lograr que todo encaje. Esa es la parte compleja.
Lo que vimos en Salamanca significa que alguien domina la técnica y eso es lo verdaderamente peligroso. Alguien o algunos, son capaces de construir un IED útil, que resiste el movimiento mientras es transportado, que no explota con el calor de la tarde y que cumple su función una vez que ha llegado a las manos del objetivo. Es decir, que alguien en Guanajuato ya tuvo una curva de aprendizaje de al menos 2 años ya que recordemos los eventos del 2019 en Salamanca e Irapuato donde hubo ataques a refinerías pero que en realidad los perpetrados no mostraron dominio de técnica ya que solo lograron hacer explotar un carro a partir de utilizar granadas y dejar que el tanque de gasolina hiciera el resto. Podría ser aún más preocupante, ya que, si alguien domina la técnica, entonces podemos esperar que ensañará a otros como hacerlo, y aunque estos nuevos aprendices también requieren de curva de aprendizaje, es posible que esta sea menor que los 2 años que le tomo a los primeros.
Lo que lo hace peligroso tampoco es que se haya utilizado un detonador electrónico a distancia como un teléfono celular en modo de vibración. Eso no muestra ninguna innovación importante como detonador, lo peligroso podría estar en el componente central del explosivo que lo consiguieron de forma fácil y sin levantar sospechas, que por las imágenes que se ven, pudiera haber sido pentrita.
Recomendación estratégica. El evento en Salamanca no solo demuestra que alguien o algunos ya dominan la técnica. Sino que ya hay varias personas o grupos en diferentes partes del país que son capaces de cometer actos de esta naturaleza. Recordemos los que antecedieron como el ataque en 2019 a la Senadora de Morena, Citlali Hernández; el ataque al profesor del Tecnológico de Monterrey en el Estado de México, en 2011; o los ataques en 2006 contra la sede del PRI y del Poder Judicial en la Ciudad de México. Si bien la historia del terrorismo en México siempre ha sido en contra objetivos blandos y sin números considerables de víctimas, habría que estar alerta por que se podría cambiar el foco hacia objetivos duros como una presa, una planta de energía nuclear o los poderes ejecutivo, legislativo y judicial con la finalidad de afectar el desarrollo político, económico o social de México.