Paulatinamente, las Fuerzas Armadas han aumentado su protagonismo en la vida pública del país, aparte de ser, durante por lo menos últimos 4 sexenios, pilares de la seguridad, la lucha contra la criminalidad y el narcotráfico; son esenciales para la protección civil de las poblaciones vulnerables; y en los casos de, los comunes, desastres naturales e, históricamente, encargadas de la alfabetización. La expansión de su encargo durante este sexenio es cuestionable pese a ser esencial para avanzar en la transformación planteada por el Presidente de la República.
El pasado 23 de noviembre, el Presidente, ante el problema, sin aparente solución, para acabar con el desabasto de medicamentos en el sector salud, expresó la posibilidad de encargar a las Fuerzas Armadas esta importante función. Un día antes, se publicó un acuerdo con el que se busca disminuir los tiempos, requisitos y trabas administrativas para los proyectos y obras prioritarios y estratégicos del gobierno federal.
Estas dos situaciones se sumaron a las ya muy debatidas funciones de ingeniería civil; de seguridad pública; de la campaña de vacunación COVID-19; de la gestión de las aduanas y puertos; de la dirección de instituciones estatales y municipales de seguridad, entre otras, señaladas por ex funcionarios federales, académicos y activistas. Nada que, por el momento, parezca secreto o avergüence a la Presidencia de la República y los ideales de izquierda y transformación.
En esta última palabra, la transformación, se podría encontrar la raíz de la expansión de las funciones de las Fuerzas Armadas. Para nadie es un secreto que en un sexenio de gobierno poco se puede hacer, que el primer año es de diagnóstico, el segundo de plantear, el tercero y cuarto de hacer, el quinto de dar resultados y el sexto de evaluación. En la práctica, un gobernante tiene escasos tres años para cumplir con las expectativas ciudadanas; es por lo tanto un trabajo a contrarreloj.
El cambio en una institución es complejo y tardado, ya no digamos la trasformación de un gobierno y la cultura de una Nación. Es algo que claramente no se logra en seis años, por más que se les exprima al máximo. Pese a ello, los ciudadanos pedimos resultados, cada vez de mayor impacto y en un menor periodo.
Los lentos y complejos tiempos gubernamentales son muy posiblemente a lo que el Presidente se refiere al pensar en encargar a las Fuerzas Armadas el abasto de medicinas. En una lógica de, si la Secretaría de Salud, y toda su burocracia, en tres años no ha logrado crear un sistema de compras y distribución conforme a los valores de la 4 Transformación, no queda de otra que llamar a quienes no fallan en los encargos presidenciales: las Fuerzas Armadas.
La lógica es impecable, la corrupción en el estratégico sector de seguridad hizo que se les encargara a las Fuerzas Armadas, al igual que sucedió con las aduanas y los puertos, o los grandes proyectos de ingeniería: el aeropuerto del centro del país, la refinería o el tren maya, pese a los indicios de que la corrupción continúa. La urgencia de la distribución de las vacunas es otro ejemplo que demuestra que cuando la Presidencia quiere superar la corrupción o quiere hacer las cosas con velocidad se acude a ellas.
Las Fuerzas Armadas tienen un nivel de confianza sólo comparable con la academia y la iglesia, son tres instituciones jerárquicas, de obediencia y de las más antiguas del planeta. Las Fuerzas Armadas también tienen un régimen especial que les permite actuar fuera de las reglas civiles en preservación de la Seguridad Nacional y experiencia en el desarrollo de proyectos, en cadenas de distribución y obras civiles.
Las Secretarías de Estado, en contraste, tienen limitaciones para desarrollar su trabajo, hay reglas internas y externas, culturas organizacionales y laborales, agendas personales y de grupo, sindicatos que impiden hacer los cambios, ya no se digan las transformaciones que, con mucha posibilidad, tienen que romper esas estructuras que rigen a las burocracias.
La administración pública federal se ha adelgazado durante este gobierno hasta hacerla en diversas áreas inoperante. Aparte de ello, existen resistencias para hacer las cosas de maneras diferentes, grupos que por décadas han ejercido el control y poder, agentes que activamente se dedican a boicotear las decisiones e instrucciones presidenciales, personas desinteresadas y otras proactivas, e incapaces que malentienden su función y toman decisiones que perjudican al proyecto presidencial.
A esta variedad de situaciones en las que se encuentran las personas y/o empleados de gobierno, hay que sumar marcos legales del siglo pasado, modificados en beneficio de un sistema que, supuestamente, se pretende erradicar y transformar, dígase neoliberal, que impide, como lo hemos visto en los amparos interpuestos en contra de las medidas gubernamentales, avanzar en la llamada 4 transformación.
En este escenario, que si bien es similar al que experimenta cualquier director de empresa que quiere cambiar, transformar o innovar, se acude a quienes tienen la flexibilidad y capacidad para cumplir los objetivos, generalmente grupos a la estructura tradicional con la modificación de realizar los cambios. Que mejor, si son respetados, confiables, jerárquicos, difícilmente cuestionables, opacos y los encargados de la Seguridad Nacional.
Recomendación estratégica: Las Fuerzas Armadas continuarán expandiendo sus encargos, las instituciones civiles se encuentran limitadas para liderar la transformación presidencial, hay resistencias internas y compromisos que les impide hacer lo que la 4 Transformación desea. Ante ello, excepto que los civiles inicien cambios de fondo, las grandes responsabilidades seguirán siendo para las Fuerzas Armadas, quienes, así como le cumplieron a Calderón y a Peña, cumplirán a López Obrador y a los que le sigan, siempre en beneficio de la Nación. En este escenario es prioritario reformar la Ley de Seguridad Nacional, reactivar el Consejo de Seguridad Nacional y promulgar el Programa de Seguridad Nacional, de otra forma el piso cada día estará más disparejo para que los civiles se encarguen de los proyectos y obras prioritarias y estratégicas gubernamentales.
Agradezco los valiosos comentarios de Misael Barrera Suárez, Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en seguridad e inteligencia. Síguelo en @MisaelBarreraS
Fernando Jiménez Sánchez es investigador CONACyT comisionado a El Colegio de Jalisco y colaborador del CIS Pensamiento Estratégico. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores; Doctor en Análisis y Evaluación de procesos Políticos y Sociales por la Universidad Carlos III de Madrid, máster en Análisis y Prevención de Terrorismo por la Universidad Rey Juan Carlos y Politólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México. Síguelo en @fjimsan