Richard K Betts escribió un libro en 2007 titulado Enemies of Intelligence: Knowledge and Power in American National Security que vale mucho la pena analizar a la luz de las últimas acciones del gobierno del presidente López Obrador en materia de inteligencia y seguridad. En términos generales, Betts sostiene que todo aquel que busca que la inteligencia falle, ya sea, de forma intencional o accidental, a través de la acción o la inacción, es un enemigo de la inteligencia.
Estos enemigos se encuentran fuera y dentro de los sistemas de inteligencia, por lo que, se identifican a tres tipos de enemigos: Los primeros se llaman los enemigos naturales que son aquellos gobiernos extranjeros, o grupos (como el cartel de Sinaloa) o individuos en contra de los intereses de un país. Son enemigos que cuentan con intenciones políticas, criminales o económicas y capacidades suficientes para contrarrestar los esfuerzos del Estado que los combate.
Los segundos son los enemigos inocentes. Estos son “aquellos profesionales de inteligencia que han permitido negligentemente que ocurran errores” (Betts, 2007). Por ejemplo, el liderazgo ineficiente, el analista que establece una agenda de riesgos basado en suposiciones vagas, los funcionarios sin compromiso, los burócratas que no comparten información porque lo consideran su propio botín de guerra, los políticos que no crean bases de coordinación entre agencias, los legisladores que no dan certeza jurídica ni revisan los acuerdos con agencias extranjeras porque no está dentro de sus prioridades.
A los terceros se les conoce como los enemigos inherentes, es decir a aquellos que están dentro del proceso mismo de inteligencia ya sea, como productores o consumidores de la información de inteligencia y que presentan, sobre todo, dos amenazas para las actividades de ésta: 1) provocan la politización de la inteligencia, la cual consiste en suprimir o distorsionar el producto de ésta para promover intereses o agendas políticas particulares que son contrarias al interés general, y 2) empujan nuevas estrategias en seguridad pero que en realidad no conducen a ningún lado, es decir, solamente oscilan el péndulo.
El presidente López Obrador, probablemente sin saberlo, es ya un enemigo inherente de la inteligencia que afecta seriamente la seguridad de las operaciones que deben llevarse a cabo para proteger al país.
Sin duda, los tres tipos de enemigos de la inteligencia son peligrosos, sin embargo, el inherente es el peor. Por ejemplo, Betts (2007), sostiene que los enemigos naturales dañan la estructura de inteligencia, pero que prácticamente no tienen influencia en las iniciativas que toma el gobierno; mientras tanto, los enemigos inocentes que no hacen su trabajo o lo hacen mal, afectan el proceso de inteligencia, pero éstos eventualmente tendrán sanciones ya sea administrativas o públicas por su desempeño.
Sin embargo, los inherentes generalmente no tienen sanciones o pesos y contrapesos en sus acciones, nadie los juzga, pero su alta peligrosidad radica en que influyen determinantemente en los caminos que toma la inteligencia y por supuesto, en la forma en la que se influye el proceso de toma de decisiones del gobierno.
Un claro ejemplo de lo anterior es haber revelado el nombre del coronel detrás del operativo en Culiacán. Algo verdaderamente irresponsable que pone en riesgo a la persona, a su familia y al resto de operaciones que se están llevando a cabo. Además, de ser una falta de respeto al trabajo tan delicado de las personas que dan su vida para cumplir las órdenes del político y que solo piden a cambio el respeto a su anonimato para ejercer su trabajo con seguridad.
El tema de Culiacán sigue dando de qué hablar. Por ello, Betts (2007) nos recuerda que es natural que cada que hay un fracaso de la inteligencia surjan voces que sostengan la necesidad de un impulso para cambiar lo que no está bien. Son momentos que se aprovechan para hacer reformas, que debieron haberse hecho antes, pero que nunca se hicieron. En algunos casos estos cambios llegan a funcionar, sin embargo, en otros persisten informalmente las fallas y no se logran erosionar sustancialmente las causas que generaron aquel fracaso.
El problema no es la búsqueda de realizar cambios dentro de la organización de inteligencia de hecho, eso puede ser positivo. El problema es que los enemigos inherentes de la inteligencia tienden a oscilar el péndulo con reformas que no buscan resolver los dilemas de fondo y solo terminan perjudicando a las áreas de inteligencia y seguridad tapando un hoyo y haciendo otros, incluso de mayor tamaño.
Finalmente, consideramos que este gobierno todavía tiene tiempo de corregir, sin tener que recurrir al uso de la fuerza como se hacía anteriormente. No obstante, para lograrlo, tendrá que mejorar en sus acciones y no solamente limitarse a reorganizar las áreas de inteligencia y seguridad o poner al mando de instancias claves a sus incondicionales. La clave está en que el presidente tiene que dejar de ser un enemigo inherente para transformarse en un verdadero líder con visión estratégica
* Francisco Franco Quintero Mármol es Maestro en Inteligencia y Seguridad Internacional por el King´s College London, catedrático y conferencista en temas de inteligencia y seguridad y Director de CIS Pensamiento Estratégico.
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