El COVID-19 y su afectación global ha tenido repercusiones en la forma en que se desarrollan las amenazas a la seguridad de los Estados y las personas. El uso de las instituciones de seguridad y las dinámicas implementadas para la contención de la pandemia COVID-19 están dando forma a los diversos fenómenos criminales y terroristas, los cuales se han adaptado y aprovechado la contingencia para continuar con sus actividades ilegales.
Tanto la criminalidad como el terrorismo están demostrando capacidad de adaptación al actual escenario. Las dos actividades, de diferentes formas, continúan actuando y aprovechando los espacios que se crean por la contingencia. El terrorismo internacional, si bien ha visto una reducción en el número de atentados, ha aprovechado la pandemia para proseguir con las actividades de reclutamiento y de expansión ideológica en las poblaciones locales.
Las campañas de propaganda se han intensificado, tanto de Al Qaeda como del autodenominado Estado Islámico, han aprovechado la contingencia para enaltecer a las organizaciones, ganar adeptos y simpatías con mensajes relacionados con la supremacía religiosa ante a pandemia, sobre la enfermedad como castigo o venganza y la importancia de la lectura rigurosa y radical de los textos religiosos y la protección divina ante la enfermedad. Esto se ha visto acompañado del enaltecimiento a medidas contrarias a las libertades, específicamente las relacionadas con la exposición de los rostros de las mujeres y del cierre de lugares que corrompen la moral.
Las organizaciones terroristas, han incitado a la rebeldía en contra de las medias de contención sanitarias que impiden la celebración de actividades religiosas y a persuadir a los infieles a reflexionar sobre sus sistemas de valores y la supremacía de las ideas religiosas, estas últimas relacionadas con el supuesto fracaso de occidente para dar protección y seguridad ante la pandemia pese a la supremacía económica, militar y tecnológica.
También, este tipo de organizaciones, han aprovechado la ausencia estatal para apoyar a las poblaciones locales con alimento, medicinas y redes; han celebrado la retirada de tropas occidentales de los teatros de operación, en particular las de Estados Unidos de América y la OTAN; señalado la crisis de liderazgo occidental y la oportunidad que representa la supuesta incapacidad de las naciones occidentales para gestionar ataques terroristas ante las fallas y saturación de los sistemas sanitarios por la pandemia.
Las organizaciones criminales, al igual que las terroristas, se han adaptado a la pandemia y sus consecuencias. Tanto Interpol como Europol han señalado las oportunidades de la contingencia que, si bien no se encuentran relacionadas con el uso de la violencia y los espacios públicos, son igualmente dañinos para las personas y sociedades.
La ciberseguridad, continúa siendo una vulnerabilidad, los ataques informáticos en contra de la infraestructura hospitalaria y el secuestro de información han significado serias dificultades para los centros sanitarios, en un momento en que su funcionamiento es clave en la respuesta a la pandemia. En el mismo sentido y de forma global, la falsificación y contrabando de productos sanitarios, como las mascarillas, respiradores mecánicos y medicinas, son actividades que en este momento dejarán grandes ganancias a las organizaciones criminales y que representan un serio riesgo para los pacientes, el personal médico y la población en general quienes confían en productos que difícilmente cumplen con los niveles básicos de calidad.
El fraude se está extendiendo ante la urgencia de Estados, organizaciones y personas de hacerse de instrumentos para la protección del virus. La producción exportación e importaciones de productos de baja calidad, así como la promesa de envíos que nunca llegan a su destinatario y la imposibilidad para reclamarlos es una situación que se observa en diversos países. Otros delitos relacionados directamente con la pandemia como el robo y la extorsión a las cadenas de producción de alimentos y de insumos médicos y su posterior venta o entrega a las poblaciones vulnerables de las comunidades locales se ha observado en Italia y México.
El aislamiento en los hogares y la dependencia tecnológica está siendo aprovechada por las organizaciones criminales para extender los delitos cibernéticos, el negocio de vídeos de delitos sexuales contra de menores ha aumentado, al igual que las extorsiones de carácter sexual. Los nuevos sistemas de comunicación carecen de medidas para dar seguridad y privacidad a sus usuarios y amplían las posibilidades de que las personas sean víctimas.
México, centro global criminal, ha seguido algunas de las tendencias antes mencionadas, la entrega de alimentos y préstamos en las comunidades para ganar adeptos ha sido la más notoria y extendida. Sin embargo, en contra de toda predicción, un fenómeno que ha llamado la atención es el relacionado con el aumento del homicidio doloso presuntamente relacionado con el crimen organizado durante este periodo, cuestión que sumado a la entrega de apoyos a la población sugiere el control territorial que las organizaciones criminales tienen en ciertas partes, urbanas y rurales, del país.
Se tiene registro de extorsiones a personal y centros sanitarios; robo de equipo, alimentos y de productos de la cadena de distribución, estas últimas generalizadas durante años en el país, pero que en el momento de contingencia adquieren mayor importancia por el riesgo que significan para el abasto para la población y la estabilidad social.
Al igual que las organizaciones terroristas, pero en sentido contrario, las organizaciones criminales mexicanas se han inmiscuido en el cumplimiento de las medidas de contención sanitarias con el despliegue de personal para el monitoreo y en su caso castigo a las personas que se encuentren en incumplimiento. Respecto a los delitos cibernéticos y el fraude, de reducida importancia social y gubernamental, se puede pensar que se adaptó a las necesidades actuales del país, al igual que el contrabando de instrumentos sanitarios falsificados o robados que han inundado las calles y las páginas de internet.
Globalmente vaciar los espacios públicos y semipúblicos ha sido de utilidad para disminuir los actos violentos de la criminalidad y el terrorismo; sin embargo, una vez más las organizaciones han demostrado su capacidad de adaptación y aprovechamiento para continuar actuando. La distracción de las instituciones de seguridad, en particular las de seguridad ciudadana, en vigilar el cumplimiento de las medidas de contención, de control de la movilidad de las personas, de apoyo en situaciones de emergencia al personal médico e inclusive a la retirada de los cuerpos de las víctimas de la pandemia imposibilitan o limitan su actuación en contra de la criminalidad y el terrorismo y, por lo tanto, la protección de las personas y sus bienes.
La criminalidad y el terrorismo seguirán actuando, su capacidad para dañar prosigue y ante un futuro convulso potenciado por una crisis económica global, con un importante debilitamiento de las instituciones de gobierno, falta de liderazgos y aumento en el uso y dependencia de las tecnologías, las naciones tendrán que poner mayor atención a los riesgos y amenazas a la seguridad, que sobra decir serán definitorias para el desarrollo y futuro de algunas naciones, entre ellas México.
Agradezco los valiosos comentarios de Misael Barrera Suárez, especialista en seguridad e inteligencia. Síguelo en @MisaelBarreraS
Fernando Jimenez Sánchez es investigador CONACyT comisionado a El Colegio de Jalisco. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y del comité organizador del webinar en Estrategia y Seguridad de CIS Pensamiento Estratégico; Doctor en Análisis y Evaluación de procesos Políticos y Sociales por la Universidad Carlos III de Madrid, máster en Análisis y Prevención de Terrorismo por la Universidad Rey Juan Carlos y Politólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México. Síguelo en @fjimsan