Es un hecho que hay intereses políticos, económicos y sociales para acelerar el proceso de vacunación en todo el mundo. Sin embargo, con la necesidad de hacerlo rápido, dado el contexto mexicano, se podrían generar una serie de riesgos que afectarían la confianza de la gente en el proceso mismo de vacunación.
- Que se privilegie el “cualquier cosa es mejor que nada”. Las vacunas son críticas en la salud pública porque previenen enfermedades, protegen a las personas vacunadas y frenan la transmisión comunitaria. Sin embargo, ese importante objetivo se produce sólo si la vacuna aprobada funciona bien. Por ello, sería un riesgo muy grande si el gobierno del presidente Lopez Obrador presiona a las autoridades sanitarias (que no han sido un contrapeso al ejecutivo sino todo lo contrario) ya que ocasionaría que se premie la velocidad para iniciar la vacunación sobre su posible efectividad de la vacuna. Adicionalmente no se tendría claridad sobre el tiempo de vida de la inmunidad que genera en las personas vacunadas ya que incluso puede ser menor o no funcionar correctamente de acuerdo con la información proporcionada por la farmacéutica.
- Que se desperdicie dinero público. La primera generación de vacunas probablemente no sea tan efectiva como las de próximas generaciones y eso sería un riesgo muy importante ya que el gobierno se quedaría sin recursos para adquirir vacunas mejores que podrían aparecer en el segundo trimestre del 2021. Si eso sucediera podríamos esperar que el Gobierno del presidente presionará aún más a empresarios, instituciones y servidores públicos para conseguir esos recursos. Pero el riesgo más importante es que si las inversiones iniciales no logran un impacto significativo en la salud de la población, entonces los recursos financieros y quizá hasta la voluntad política pueden disminuir para traer a México las vacunas de segunda o tercera generación.
- Que se descontrole el comportamiento de personas. La conducta de las personas puede estar asociada con las expectativas que tienen del futuro. Es decir, su disposición (o no) para asumir un riesgo depende en gran medida de lo que esperan obtener. En este sentido, podríamos esperar que, por el lado de las personas vacunadas, que serán pocas en un primer momento, pueden pasar por alto que la efectividad de la vacuna es de 95% y entonces, a los que no les hará efecto, podrían tener un comportamiento que ponga en riesgo al resto de la población. Por el lado de los no vacunados, por las expectativas que tendrán de que en el algún momento accederían a la vacuna, podrían relajar las medidas de higiene y ponerse en riesgo ya que probablemente las siguientes vacunas no llegaran a tiempo.
- Que se acrecenté la desconfianza en los motivos que persigue el gobierno del presidente López Obrador con el proceso de vacunación. Es poco probable que la vacuna sea igualmente eficaz en todas la población mexicana. En cambio, es posible que necesitemos diferentes tipos de vacunas que induzcan diferentes tipos de inmunidad, aunque eso no sucederá en el corto plazo en México. Sin embargo, hay motivos suficientes para estimar que el proceso de vacunación no será asignado por un método científico sino aplicada con fines electorales, es decir, en aquellos lugares que les puede generar una renta política en las elecciones 2021.
- Que se privilegie la economía a la salud pública nacional. La esperanza de tener en el futuro una “normalidad” más parecida a 2019 pasa necesariamente por lo que hagamos en estos momentos. El uso generalizado de una vacuna de primera generación que tiene una inmunidad de solo meses o la desinformación sobre las consecuencias, puede alterar permanentemente la capacidad de desarrollar y probar mejores productos y sobre todo minar la confianza de la población en ser voluntarios para nuevas pruebas o el hecho de rechazar vacunarse. En otras palabras, lo que podría ser bueno para los negocios y los intereses políticos del gobierno, podría resultar fatal para la salud pública mexicana.
Recomendación estratégica. Estos riesgos pueden disminuirse fácilmente si el gobierno diseña una campaña de vacunación clara, planeada con métodos científicos y transparente. Sobre todo, la autoridad federal tendrá que destacar que aun a pesar de tener vacunas (un número limitado) es importante no disminuir las medidas de seguridad aun entre las personas vacunadas. El reto es grande dado que no ha sido el fuerte de la administración federal el comunicar con eficacia sobre el COVID-19 y las medidas necesarias para evitar un mayor contagio.