Por varias razones, las comunidades de inteligencia son útiles y positivas para los países que las implementan. Por ejemplo, pueden ayudar a fortalecer documentos de inteligencia, mejoran la calidad de los consejos que se le dan a un presidente, llegan a alcanzar eficacia y eficiencia en los esfuerzos de recolección y análisis, y por supuesto a partir del trabajo conjunto y más estrecho entre distintas instancias, se pueden atenuar la confrontación y rivalidades que existen.
Sin embargo, el principal efecto positivo de una comunidad es que permitiría integrar a distintas áreas para coordinar y guiar los esfuerzos nacionales de inteligencia.
Desafortunadamente no todos los países tienen comunidades de inteligencia. En la gran mayoría, lo que se ha construido son esquemas institucionales donde las diversas áreas que realizan estas actividades cooperan entre ellas a partir de la necesidad o incluso por costumbre. Sin embargo, esta cooperación no es continua o formal ya que carece de un acto jurídico-político que de vida a una verdadera comunidad de este tipo.
Evidentemente la falta de una comunidad tiene varias implicaciones. En primer lugar, al no fijarse las reglas de cooperación la relación entre agencias será muy frágil y dependerá de la voluntad del funcionario de inteligencia. Entonces, si los agentes se van de las instituciones se perderá la comunicación y solo sería posible crearla nuevamente sí es que hay interés por los funcionarios que ahora ocupan el puesto.
En segundo lugar, cuando no hay comunidad las filtraciones de información suelen ser más recurrentes. Recordemos que las instancias de inteligencia no solo compiten por obtener la mejor información, sino también por recursos financieros y tecnológicos, por lo cual, es común que una instancia que obtenga un secreto y no esté obligada a compartirlo, se le puede crear un incentivo perverso para que lo venda cómo una “filtración” a otras instancias nacionales o incluso extranjeras con tal de obtener los recursos extra. Por el contrario, un secreto compartido entre distintas instancias tiene menos valor en el mercado y por lo tanto también disminuye el riesgo de filtración.
México pertenece a la lista de aquellos países que no tienen comunidad de inteligencia. Evidentemente esto ha provocado históricamente una frágil cooperación entre agencias de inteligencia nacionales, que se entregue información incompleta al tomador de decisiones, una competencia feroz por recursos y por información exclusiva, ha alimentado la desconfianza entre instancias, ha incentivado la fuga de información y por supuesto permitido la penetración de servicios extranjeros y de algunas organizaciones criminales que tienen capacidad para comprar la información producida.
Adicionalmente, quizá de forma más intensa durante esta administración de gobierno, la falta de una comunidad ha ocasionado que las distintas instancias de inteligencia civil hagan esfuerzos descoordinados o incluso retrabajos porque, entre otras cosas, no tienen una línea institucional clara que les indique el papel que deben desempeñar en el proceso de toma de decisiones del presidente López Obrador.
Esto es grave porque entonces el presidente se ha convertido en su propio productor y consumidor de inteligencia valorando más la información de una sola fuente –sobre todo de quienes lo apoyan, pero no critican— en lugar de la información producto del esfuerzo científico que le pueden proveer las áreas de inteligencia de la administración pública federal y que le permitirán reducir sus puntos ciegos y mejorar la toma de decisiones.
Si bien la inteligencia civil mexicana pasa por momentos muy complicados dado que las reformas de 2019 no han podido acoplarse, sobre todo porque el presidente despreció a la inteligencia y las líneas de autoridad se enredaron, la realidad es que siempre existen salidas, entre ellas, replantearse implementar un proyecto de comunidad de inteligencia formal que empuje coordinadamente y con visión de Estado los temas relevantes que llevan a cabo las distintas áreas civiles como son el Centro Nacional de Inteligencia, la Guardia Nacional, la Unidad de Inteligencia Financiera y dentro de la Fiscalía General de la República.
Recomendación estratégica. Evidentemente no hay que inventarse el hilo negro, la llave para superar los problemas en el funcionamiento de inteligencia civil está en mejorar la relación entre productores de inteligencia y el principal consumidor que es el presidente. Porque sí pensamos que el problema está entre las instancias que producen inteligencia, solo estaríamos atendiendo una pequeña parte del problema.
Francisco Franco Quintero Mármol es Maestro en Inteligencia y Seguridad Internacional por el King´s College London, consultor, catedrático y conferencista en temas de inteligencia y seguridad y Director General de CIS Pensamiento Estratégico