Las metrópolis, los lugares donde en 2050 desarrollará su vida 68% de la población mundial, son lugares preferentes para las actividades criminales y terroristas y por lo tanto vulnerables a los retos y amenazas delictivas y violentas; ante ello es importante retomar su importancia y señalar la necesidad de crear políticas específicas para dar seguridad en estos lugares.
La criminalidad y el terrorismo se desarrollan en los lugares donde encuentran mayores facilidades para llevarse a cabo: la debilidad de los estados para la aplicación del estado de derecho; sociedades propensas a tolerar sus actividades; la capacidad de hacer pasar desapercibidas sus actividades; agravios de un grupo social, entre muchas otras, definen en gran medida el desarrollo de sus actividades ilegales.
El terrorismo, para ocasionar el mayor daño y destrucción posible y la criminalidad, para hacer llegar sus servicios y productos al mayor numero de clientes, aprovechan las características de las metrópolis. La alta densidad poblacional, la complejidad de las interacciones e intercambios y su importancia para los valores y prácticas nacionales hace que podamos considerara de las metrópolis como espacios vulnerables a las actividades ilegales.
Las metropolis son atractivas a tanto para terroristas como para criminales. Los primero obtienen publicidad y su ataque puede ocasionar mayor número de víctimas, cada vez que atacan una ciudad; y los segundos encuentran con mayor facilidad a los clientes de los servicios o productos ilegales que ofrecen. Las complejas interacciones sociales, económicas y políticas, hacen que tanto el terrorismo como la criminalidad se desarrollen y pasen desapercibidas en las ciudades; y la importancia para los valores y prácticas nacionales hacen que sean blancos simbólicos utilizados por el terrorismo y cuna de las tendencias de consumo utilizadas por el crimen para ampliar sus mercados.
Ejemplos de atentados terrorista en metrópolis occidentales sobran: Nueva York, Boston, París, Londres, Bruselas, Madrid, Barcelona o Berlín, solo por recordar algunas, han sido blancos de grandes atentados. Asimismo, en este tipo de lugares se han presentado grandes crisis de inseguridad y violencia criminal: Nueva York, de nueva cuenta, Ciudad de México, Chicago, Londres, Barcelona, Palermo o Los Ángeles, son algunos ejemplos en occidente.
Estas dos actividades, ilegales y violentas, hacen de las metrópolis lugares altamente vulnerables con una concentración importante de blancos sociales, económicos y políticos; situación que se agrava o las hace más relevantes por la importancia que tienen para el funcionamiento y desarrollo de los países, así como por las repercusiones que la violencia y crimen tienen para su imagen y proyección internacional.
Pese a esta realidad, de relación entre las metrópolis y criminalidad y el terrorismo, en los planes, programas y estrategias de seguridad suele pasar desapercibida la importancia que tienen para la paz, la tranquilidad, el orden y el estado de derecho. Sin duda hay razones para ello, posiblemente la de mayor importancia es un lento o nulo cambio en el diseño administrativo de las naciones, que impide la creación de niveles de gobierno entre el municipio y el estado, y por lo tanto modificar la acción pública conforme a las realidades y necesidades del siglo XXI que se ven reflejadas en los fenómenos metropolitanos.
Esta situación ocasiona que las políticas públicas de seguridad en contadas ocasiones se diseñen conforme a esquemas reales de vida de las personas y que en general, los ciudadanos que son sus receptores queden relegados en segundo plano, después de la preservación de un esquema de poder y del diseño gubernamental, del municipio, el estado y sus jurisdicciones, que siguen siendo mas relevantes que la realidad que marca la seguridad.
De tal forma que las autoridades locales, por más que quieran, se encuentran impedidas legalmente para crear esquemas eficientes y eficaces de seguridad para las metrópolis, y en caso de que lo buscasen se enfrentan a un asunto que se encuentra fuera de la agenda pública, pese a la necesidad evidente de adaptar el funcionamiento de las instituciones de seguridad a la realidad metropolitana
La solución a esta situación ha implicado ponerse creativos, una salida ha sido la creación de mecanismos intergubernamentales, de cooperación y coordinación, entre autoridades municipales y estatales, que guían y homologan las políticas de seguridad en las metrópolis. Estos espacios locales, en donde de forma informal se pueden llegar a acuerdos para un actuar armonioso entre las policías, suelen existir por un corto periodo de tiempo, son eminentemente coyunturales y rara vez tienen un carácter vinculante.
A nivel nacional o federal las cosas no varían mucho, si bien en este nivel de gobierno se tiene mayor poder de actuar y desarrollar plantes, programas y estrategias metropolitanas de seguridad, no lo han hecho. Ni a la Seguridad Nacional, ni la Interior, menos la pública, las autoridades suelen darle una visión metropolitana; pese a ser los lugares en donde se conjuntan y donde las instituciones de seguridad del Estado tienen interés.
México rara vez se caracteriza por la innovación en el campo de la seguridad, incorporar una visión metropolitana a la Seguridad Nacional, Interior y pública podría cambiar la tendencia de (mal) adaptar ideas sin evidencia para disminuir la emergencia de la inseguridad y violencia y con ello abrir la posibilidad de crear planes, programas y estrategias conforme a la realidad.
La seguridad de la mayoría de las personas es y va a ser metropolitana, sus complejidades cada día aumentan y del cuidado de estos lugares depende el futuro de las naciones, dar un paso a la metropolización es acertado y en el caso mexicano ante los retos y amenazas criminales actuales es imperativo comenzar a idear y establecer un esquema basado en las dinámicas diarias de las personas en el que los sectores gubernamentales y sociales seamos parte de la protección las metrópolis desde un esquema de Seguridad Nacional, interior y público.
Fernando Jimenez Sánchez es Catedrático CONACYT y en El Colegio de Jalisco. Politólogo de la UNAM; Doctor en Análisis y Evaluación de procesos Políticos y Sociales por la Universidad Carlos III de Madrid y máster en Análisis y Prevención de Terrorismo por la Universidad Rey Juan Carlos.
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