El optimismo con el que se terminó el año 2020, por la existencia de vacunas para comenzar a enfrentar la pandemia, se vio eclipsado por la irrupción violenta del extremismo de derecha en los Estados Unidos de América. Cuando, el 6 de enero, un grupo de personas organizadas tomaron por la fuerza el Capitolio, lugar que alberga a los senadores y diputados del país, para interrumpir el proceso de certificación de la elección de Joe Biden y Kamala Harris, como presidente y vicepresidenta de los Estados Unidos de América.
La toma del Capitolio es la culminación de la administración de Donald Trump y se enmarca como una acción más de un fenómeno que se encuentran sufriendo algunas democracias occidentales. El resurgimiento de grupos dispuestos a utilizar la violencia, con ideales conservadores y contrarios a los regímenes de libertades actuales, se ha presentado en los últimos años en Alemania, Austria, Hungría, Polonia, Los Países Bajos, Francia o España, en donde se ha observado el empoderamiento de ideologías populistas de extrema derecha que se suponían superadas.
La violencia ejercida en contra del Capitolio y las expresiones que se han presentado en las calles de Berlín, París o Madrid, así como el acceso al poder de la extrema derecha en Los Países Bajos, uno de los países que se consideraban liberales, no es un fenómeno nuevo, pero si uno que se pensaba superado y que puede posicionarse como la mayor amenaza a la seguridad y libertad de las personas en las democracias occidentales.
La cara de las violencias ejercidas durante primera década de este siglo, representadas por la amenaza del terrorismo radical islámico, puede sufrir un cambio a partir de este año. La sustitución de la violencia religiosa utilizada por Al Qaeda o el denominado Estados Islámico por la que ejercen las organizaciones radicales de extrema derecha es viable y hará necesario, con el tiempo, catalogarla como terrorismo, conforme a la conceptualización clásica utilizada durante el siglo pasado y no con la que se ha utilizado para contrarrestar el terrorismo global o nuevo terrorismo de Al Qaeda.
En 2021, paradójicamente, además de este nuevo reto a la seguridad se conmemora el veinte aniversario de los ataques terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos de América y el inicio de la guerra global contra el terrorismo islámico. Situación, aparentemente controlada, que ante el escenario podría revivir y reforzar las campañas terroristas en las democracias occidentales, así como las acciones de control territorial en el continente asiático y africano por parte de las existentes organizaciones terroristas radiales islámicas o sus sustitutas.
El terrorismo de extrema derecha al que actualmente se enfrenta Estados Unidos de América es una coalición de organizaciones congregados alrededor del movimiento “Hacer América grande de nuevo” o MAGA en inglés. Conformado por supremacistas y etno-nacionalistas blancos, neo-nazis, milicias de extrema derecha y antigobierno dispuestos a utilizar la violencia y alimentadas por un discurso, desde la presidencia de los Estados Unidos de América, xenófobo, racista, sexista que incita a un comportamiento, individual y en grupo, violento para la imposición de ideas y comportamientos contrarios a la dignidad y los derechos y libertades de las personas.
El riesgo de esta violencia, tanto en Estados Unidos de América como en Europa, ha sido identificado por las instituciones de seguridad e inteligencia. Mientras que en Estados Unidos dichas instituciones al externar su preocupación han sido ignoradas y delegadas por el presidente Trump y su gabinete a partir de ideas de conspiración que las colocan como enemigos de su gobierno.
En el continente europeo, la situación no ha sido del todo diferente, el extremismo violento se ha enfrentado a gobiernos e instituciones dedicadas a perseguir los comportamientos violentos, con instituciones de seguridad tolerantes y en ocasiones incitadoras, que inclusive han vivido purgas para evitar la presencia de oficiales de seguridad inmiscuidos en actividades violentas de extrema derecha.
El debate sobre el membrete terrorista a las organizaciones y grupos que se aglutinan en MAGA apenas comienza. Para algunos será el menos indicado y para otros el adecuado, esto, que difícilmente se acordará a corto plazo, nos recordará el debate y la renuencia de algunas personas y gobiernos, los que congeniaban con las ideologías que sustentaban al terrorismo, a catalogarlas como tales, cuando era evidente que utilizaban la violencia con fines políticos en Europa y América.
Esta situación, que ha impedido a nivel mundial crear una figura jurídica de lo que significa terrorismo, no así de lo que es un acto terrorista, es impedimento para que la violencia que ejercieron en contra del capitolio, así como la que se presenta en otras ciudades del mundo para modificar e influir en la vida política, deje de ser condenada por amplios sectores sociales, con interés en regresar a un mundo de privilegios, en donde las libertades estaban definidas por la forma de pensar de una minoría con una cosmovisión excluyente.
Por fortuna para la democracia, las instituciones de seguridad e inteligencia en Estados Unidos de América, en el caso de la toma violenta del Capitolio, han reaccionado haciendo valer, de forma mas o menos afortunada, el estado de derecho y posicionándose como un contrapeso a un líder político que no está dispuesto a aceptar la derrota electoral y política democrática.
Ante estas nuevas formas de violencia, los estados y sus ciudadanos tendrán que reforzar los espacios pacíficos de solución de las rivalidades políticas, así como evitar que líderes populistas, como Donald Trump, accedan y utilicen el poder para crear nuevos antagonismos, desestabilizar sus respectivos países o afectar la paz mundial.
Por último, no hay que perder de vista que en el terrorismo la propaganda y lucha de las, supuestas, ideas e ideales, tiene un papel central por lo que una de las mayores tareas será evitar los distractores, doble discurso e información falsa que buscará disminuir la gravedad de la situación y reto a la seguridad, así como crear aliados y seguidores, dispuestos a defender el uso de la violencia para la, supuesta, defensa de ciertos ideales.
Recomendación estratégica: Los ciudadanos y sus gobiernos para evitar el surgimiento de la violencia política deben de estar atentos y vigilar y monitorear los comportamientos y discursos de extrema derecha que justifiquen o inciten el uso de la violencia. Para disminuir los retos legales la discusión sobre el concepto legal del terrorismo debe ampliarse y analizar los beneficios y factibilidad de considerar a esta violencia de esta forma. Finalmente, para dificultar la violencia sería adecuado aumentar el control y acceso a las armas por parte de personas radicales y revisar las ideologías imperantes en las instituciones, civiles y militares, de seguridad e inteligencia, para evaluar su propensión a ser omisos ante comportamientos violentos de extrema derecha.
Agradezco los valiosos comentarios de Misael Barrera Suárez, Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en seguridad e inteligencia. Síguelo en @MisaelBarreraS
Fernando Jiménez Sánchez es investigador CONACyT comisionado a El Colegio de Jalisco y colaborador del CIS Pensamiento Estratégico. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores; Doctor en Análisis y Evaluación de procesos Políticos y Sociales por la Universidad Carlos III de Madrid, máster en Análisis y Prevención de Terrorismo por la Universidad Rey Juan Carlos y Politólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México. Síguelo en @fjimsan