Paris: nuevo y viejo terrorismo

Los atentados terroristas de Paris el pasado viernes 13 de noviembre nos demuestran, una vez más, la vulnerabilidad de las democracias occidentales ante el terrorismo radical. El autodenominado ISIS o Daesh (de aquí en adelante) ha atacado uno de los centros de occidente dejando un estado de vulnerabilidad y de terror en la población. Un terrorismo con bases en los años setenta del siglo pasado y que hoy en día se ha vuelto la mayor amenaza a la seguridad internacional, nos ha recordado un conflicto que se encuentra lejos de acabar, que es sumamente complicado, violento y que nos despierta sentimientos encontrados sobre quiénes son las víctimas y los victimarios.

Desde los atentados en Madrid de 2004, perpetrados por una rama de Al Qaeda, no se había presentado un número tan alto de víctimas en occidente. Es sin duda, el “13/N” francés, el mayor ataque en su territorio en la historia moderna. Francia es una de las naciones que conoce, desde hace tiempo, el fenómeno del terrorismo, en su territorio se ha enfrentado a organizaciones etnonacionalistas como el Frente de Liberación Bretón, la Liga de Defensa Judía, el Frente Nacional de Liberación de Córcega y ETA; así como las redes del terrorismo internacional de Al Qaeda y Daesh.

Los atentados de Paris se encuadran en un nuevo escenario mundial en cuanto al terrorismo. Desde aquel 11 de marzo en Madrid, donde murieron 191 personas, la situación ha cambiado. En aquella época el Daesh no representaba una amenaza a la seguridad global, Al Qaeda era la mayor organización terrorista, Osama Bin Laden se encargaba de dirigir a la organización y no se había presentado la Primavera Árabe en el norte de África. Hoy en día las circunstancias han cambiado diametralmente, a 11 años, Al Qaeda se encuentra debilitada y el Daesh controla territorio y se ha vuelto la mayor amenaza a la seguridad internacional.

Daesh es el acrónimo peyorativo en árabe de al-Dawla al-Islamiya fi al-Iraq wa al-Sham, nombre correcto de la organización que se autodenominó “Estado Islámico” o “ISIS”, sin ser Estado, con la finalidad de obtener mayor legitimidad y por lo tanto control sobre las poblaciones que tiene dominadas; sin embargo, esta organización rechaza este nombre debido a que alude a un término que significa «el que aplasta algo bajo sus pies» o «el que siembra discordia». Por su parte el nombre “ISIS” tiene una larga historia que se puede rastrear a la década de los setenta en Afganistán, aunque se creó oficialmente en 2006, cuando el Consejo de la Shura de los Muyahidín proclamó al “Estado Islámico”. Esta decisión se efectuó sin el visto bueno de la cúpula de Al Qaeda.

Daesh entonces nació conformado por combatientes extranjeros y con poco apoyo de la población Iraquí. El objetivo de Daesh es la instauración del Califato, zona que se extiende desde España, a la frontera oriental italiana, el norte de África hasta Gabón y Kenia y que incluye la parte occidental de China y Mongolia, así como las ex repúblicas soviéticas. Esto significa una diferencia sustancial con Al Qaeda que en principio no buscaba controlar territorio, sino solamente las mentes. Esta cuestión hace que el Daesh sea enmarcado como un conflicto irregular, en donde la organización aparte de controlar los territorios, busca acabar con los gobiernos formalmente constituidos y construir un Estado Teocrático.

La primavera árabe de 2011, la caída de los dictadores en Egipto, Túnez y Libia, la insurrección en Siria e inestabilidad en Irak fueron elementos que reforzaron al Daesh. Hoy en día el Daesh se extiende a Irak, Siria y Libia, controla recursos petroleros, emite una moneda y ha suplantado a autoridades en sus zonas de control. A ello hay que sumar que cuenta con el apoyo de miles de personas en occidente dispuestos a apoyar su lucha y a una amplia red de radicalización en Internet utilizada para reclutar a nuevos militantes alrededor del mundo y para ganar la guerra mediática.

El atentado de París, se inscribe en dicho escenario y nos demuestra una forma mixta de atacar. Hasta el momento la información es confusa, sin embargo todo parece indicar que el atentado fue realizado por alrededor de 24 terroristas, ciudadanos de la Unión Europea, entre ellos tres hermanos que recibieron instrucciones directas del Daesh. Pese a la falta de certeza, sabemos que fue una acción concertada y coordinada en siete puntos de la capital francesa. Uno de ellos el Estadio de Francia, donde jugaban amistosamente un partido de futbol en contra de Alemania y donde se encontraban el presidente francés François Hollande y el ministro alemán de Relaciones Exteriores Frank-Walter Steinmeier. Cinco ataques fueron dirigidos en contra de restaurantes en distintos puntos de la ciudad y se atacó el teatro Bataclan cuando se realizaba un concierto.

En los múltiples ataques se utilizaron artefactos explosivos suicidas y rifles de asalto. Aparte del asesinato de hasta el momento 129 personas, se cometió el secuestro de alrededor de más de mil 500 personas. De tal forma que estos atentados integran distintas formas de ataque presentando una estrategia mixta que nos recuerda a Mumbai en 2008, donde militantes de la organización Lashkar-e-Taiba, atacaron dos hoteles y tomaron rehenes en seis ataques coordinados en diferentes partes de la ciudad. A esta táctica de ataques se sumaron los atentados suicidas, como los que se viven comúnmente en Israel e Irak y el uso de fusiles de asalto como los utilizados en el atentado contra el semanario Charlie Hebdo a principios de año, también en la capital francesa.

En los siguientes días, muy posiblemente, conoceremos las historias de los terroristas, veremos el tipo de relación con el Daesh, tendremos hipótesis por las que atacaron, conoceremos sus nacionalidades y la forma en que se radicalizaron. Inclusive, podría ser que nos informen sobre el mercado de armas, de explosivos y de documentos falsos en Francia y la Unión Europea, así como los nexos que los terroristas tenían con otras personas. Asimismo, nos obligaran a continuar el análisis y discusión sobre la descentralización o centralización de la actividad terrorista, de los lobos solitarios y de la importancia de la privacidad en Internet y en las comunicaciones.

Los ataques también nos harán analizar las medidas que se tienen que tomar para evitar que en cualquier parte del mundo puedan formarse nuevos terroristas, independientemente de su edad, pasaporte y lugar de residencia. De las mejoras del control de la población, sobre todo en una etapa en donde se está desarrollando una masiva presencia de refugiados en las fronteras exteriores de la Unión Europea y que esto se está vinculando discursivamente con mayor inseguridad y terrorismo. Cuestión que los atentados de París contravienen, ya que, hasta el momento, no se tienen evidencias contundentes de que los terroristas fueran refugiados. Sin embargo, se tienen que hacer mayores esfuerzos para mejorar los mecanismos de seguridad vinculados al Acuerdo Schengen, de libre circulación de bienes y personas; asimismo, se tendrá que revisar la recopilación de información criminal y terrorista, la producción de inteligencia y el acceso a los datos por parte de las policías nacionales de forma automática para identificar patrones que sirvan para detectar y prevenir nuevos ataques.

En este sentido, a nivel europeo, se tendrán que revisar la aplicación de la Estrategia Antiterrorista, el funcionamiento del Coordinador Antiterrorista, del Centro Europeo de Inteligencia y Análisis, de Frontex, Eurojust y de las capacidades del Sistema de Información de Schengen, actores que son parte del sistema de seguridad interno y externo europeo, e indispensables para la seguridad de la Unión. Especial atención debería recibir Europol, debido a que en ella se encuentra el recién creado, abril 2015, Centro Europeo Antiterrorista, que seguramente se reforzará para dar soluciones más allá del tema de la radicalización terrorista.

Para mejorar la seguridad y evitar futuros atentados en territorio europeo, probablemente se prosiga con los esfuerzos para que los servicios de inteligencia y las policías cooperen y se coordinen. Esta cuestión, pendiente y complicada, significa un cambio de paradigma en cuanto a las funciones y culturas institucionales e implica una revisión del significado de la confidencialidad de las investigaciones, la información y los datos. Ya que en la lucha antiterrorista los servicios de inteligencia y las policías son centrales y su adecuada cooperación y coordinación podrá ayudar de sobremanera a mejorar los esquemas de prevención y persecución del terrorismo, dentro y fuera de la Unión Europea.

En otro campo, tendremos que revisar los temas de publicidad y el papel que los medios de comunicación juegan durante y después de los ataques terroristas. Esto debido a que el avance de las comunicaciones, así como su impacto en la publicidad de las demandas de las organizaciones terroristas ha sido importante en los últimos años. Tanto que instantáneamente a partir de los medios pueden crearse percepciones y estados de terror que no en todas las ocasiones responden a la realidad. Al respecto será bueno reflexionar sobre la reacción que se suele tener ante los actos de violencia.

En general, en los ataques de Paris, ha existido un estado mundial de indignación y reproche; sin embargo, en el afán de entender las razones de los atentados en algunos casos se ha revictimizado a la sociedad francesa. Los comentarios encaminados a explicar los atentados como consecuencia de la participación de Francia en la guerra global contra el terrorismo, y por lo tanto a entenderlos como “la culpa del Estado francés”, dispersan la responsabilidad y, hasta cierto punto, libera a los terroristas que realizaron los actos violentos. Una cuestión indispensable que no hay que perder de vista es que la violencia en el terrorismo es básica y que, independientemente de que occidente actúe o deje de actuar, esta se hará presente.

Aunado a lo anterior, existe la errónea idea de que los atentados en contra de occidente están directamente relacionados con su participación en las fuerzas multinacionales. Hay que recordar que las organizaciones radicales islámicas han convertido a todas las personas y sistemas con valores y prácticas diferentes a los que representan en blancos de la violencia terrorista. Es la idea de aniquilar a toda persona, sociedad y sistema político que no adecue sus acciones a las normas, sociales, políticas y religiosas rigurosas que desean imponer. Normas que sobra decir son antidemocráticas y que interpretan los derechos humanos de una forma muy distintita a lo que conocemos.

Plantear a los atentados sufridos solamente como represalia es darle la razón a los terroristas. Implica la idea de que las naciones con mayor poder militar en el planeta no deben de inmiscuirse en conflictos nacionales. Es una suerte de regresar al pasado, antes de la globalización, y pedir que cerremos los ojos ante los actos de barbarie que se cometen cada día en contra de la población civil, es dejar en la indefensión a millones de personas que sufren violencia de grupos u organizaciones terroristas y de Estados irrespetuosos de los derechos humanos y de la vida.

En el mismo sentido, y con el objetivo de disminuir la importancia de los atentados que suceden en contra de blancos occidentales, surgen comentarios recordando otros atentados que no llegan a los medios y que no causan la misma indignación. Si bien es correcta esta idea, la cuestión fundamental, y que hace que los ataques en contra de las sociedades occidentales sean considerados de mayor importancia, es que dichas naciones tienen los más avanzados sistemas de seguridad, salvaguardan valores internacionales y son Estados fuertes, con altas capacidades para imponer el Estado de Derecho. Cuestión muy diferente a países con sistemas de seguridad disfuncionales, altos niveles de corrupción y un Estado de Derecho débil o fallido. De tal forma que un ataque en contra de las naciones fuertes nos habla de la indefensión que puede existir en los Estados débiles o fallidos.

El terrorismo es un fenómeno de múltiples variables y cuando se comete un atentado terrorista, como el de París, se pone a prueba las sociedades y gobiernos. La respuesta a este tipo de atentados generalmente crea un punto y aparte que afecta a todo occidente, México incluido, en donde las libertades se ponen en riesgo, se identifican arbitrariamente enemigos y se rompe o refuerza la cooperación internacional. Hasta el momento no podemos medir las consecuencias pero en una década probablemente miremos atrás y veremos cómo el atentado de París modifico la política de seguridad de Francia, la Unión Europea, Estados Unidos de América y por lo tanto de todo el planeta.

Agradezco los valiosos comentarios de Misael Barrera Suárez.

Fernando Jiménez Sánchez es politólogo y Doctor en Análisis y Evaluación de procesos Políticos y Sociales por la Universidad Carlos III de Madrid y máster en Análisis y Prevención de Terrorismo por la Universidad Rey Juan Carlos.

Twitter: @fjimsan

 

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Publicado el

noviembre 18, 2015