El futuro de las ciudades de y para la Seguridad Nacional

El futuro de las ciudades de y para la Seguridad Nacional

Las ciudades progresivamente se han convertido en lugares de las que dependen las Naciones, el valor simbólico y la concentración poblacional que tienen las hacen estratégicas para la permanencia y futuro de los países. Paradójicamente, sus características y los elementos que les dan fortaleza son también la fuente de sus vulnerabilidades ante riesgos y amenazas específicas, cambiantes y potencialmente destructoras.

Pocas personas se cuestionan el futuro de las ciudades pese a que su composición se encuentra en un proceso de cambio. Si bien objetivamente pueden desaparecer en escenarios de guerra y la lucha clásica concentración de poder y control territorial; la tendencia es que su importancia dependa de la adaptación al desarrollo tecnológico y las condiciones de vida que puedan ofrecer a las personas para que se consideren atractivas. En cualquiera de los dos escenarios estos lugares y su impacto para las naciones obliga a comenzar a considerarlas como elementos centrales de y para la Seguridad Nacional.

Las ciudades por la forma en que se encuentran constituidas: densidad de población, concentración de intercambios económicos, sociales y políticos y un extenso uso de sistemas, cada día más tecnologizados, hacen evidente que sean lugares estratégicos para la seguridad. En ellas, las grandes amenazas a la Seguridad Nacional, como las consecuencias del cambio climático, las pandemias, el funcionamiento inadecuado de la infraestructura o de las instituciones, por decir algunas, aumentan su impacto destructivo y disruptivo.

Las políticas, programas y estrategias de Seguridad Nacional en occidente, en raras ocasiones hacen referencia a la importancia de estos lugares, pese a que en ellas se presentan los mayores riesgos y amenazas a los sistemas nacionales y para la mayor parte de la población. Esta situación inhibe un debate específico e integrado sobre las medidas a desarrollar para una reorganización de las ciudades que se plantea como inevitable en las próximas décadas.

El punto de partida, eminentemente aspiracional, es trabajar para hacer de las ciudades los lugares en donde la población quiera estar; que independientemente de su nacionalidad puedan aprovechar la deslocalización de las actividades laborales para ir a donde encuentren las condiciones que desean para desarrollar su vida diaria.

Las ciudades, al ser signo de valores y formas de comprender y actuar de las personas en el planeta, crean un sentimiento de orgullo y pertenencia de las personas a una comunidad creada partir de la experiencia vivida en lo cotidiano o conforme a la historia y tradición. Paradójicamente, este orgullo, ante el conocimiento y acceso a otras formas de vida, ha modificado los valores y formas de comprender y actuar en el planeta, modificando así su identidad y obligando a su cambio constante.

La concentración poblacional en las ciudades y su crecimiento, así como el abandono de la vida rural, son el mejor ejemplo de ello. La aspiración de salir de pequeñas comunidades aisladas para ir a desarrollar la vida a las grandes urbes es una constante desde hace ya décadas, lo cual se ha visto complementado por el sueño, en algunos casos accesible, de desarrollarse en las grandes ciudades globales como: Londres, Nueva York, Tokio, París, Singapur o Ámsterdam.

Estas ciudades globales se presentan como los lugares que paulatinamente concentran las condiciones a las que aspira buena parte de la población mundial; son parte esencial de la economía internacional, del desarrollo de ideas y por lo tanto en donde se diseña el futuro de la humanidad. Las ciudades globales se acompañan de otras que se caracterizan por la especialización de actividades específicas, interconectadas y atractivas para que sectores determinados se desarrollen como San Francisco, Bruselas, Vancouver o Barcelona.

La tendencia de las ciudades, a diferentes escalas, es aumentar su importancia tanto a nivel nacional, por su capacidad para generar condiciones para el desarrollo, como en la competencia global por incidir en el futuro del planeta, donde dependiendo de su tamaño y características algunas se posicionarán como protagonistas mientras que otras, inevitablemente, las menos atractivas para la población, quedarán en un segundo plano dependientes de lo que se decida en las consideradas referentes encargadas de marcar las pautas globales.

A escala internacional, el desarrollo de ciudades globales, o por lo menos de las especializadas con posibilidad de atraer capital, talento y proporcionar a las personas que en ellas vivan condiciones adecuadas conforme a sus aspiraciones de vida, será elemental para la preservación de lo que hoy comprendemos como naciones, y por lo tanto deberían de ser los lugares prioritarios en las políticas, planes, programas y estrategias de la Seguridad Nacional.

Los países que primero emprendan acciones para asegurar el desarrollo de las ciudades estarán en mejores condiciones de competir a escala mundial en las próximas décadas y por lo tanto de participar en el diseño de su futuro. Las ciudades con mayor avance en cada uno de los países que comprendan y asuman la responsabilidad de su desarrollo y las implicaciones que tienen para la Nación y que por otro lado exijan de los gobiernos nacionales su reconocimiento y el apoyo para sentar y desarrollar las bases de competitividad global, muy probablemente podrán ser impulsoras de esta transformación.

El escenario es claro, así como la necesidad de comenzar a debatir ¿cuáles?, ¿por qué? y ¿cómo? vamos a posicionar a las ciudades a nivel global para poder competir y así establecer las condiciones que regirán nuestro futuro, permanencia como Nación y la aportación que realizaremos a la humanidad.

Al aceptar la importancia de las ciudades en el futuro de las naciones podremos comenzar a construir una política para su desarrollo, que vislumbre el futuro y contemple el cambio como constante. Proporcionarles capacidades para prevenir, proteger, contener y reaccionar ante las amenazas humanas y naturales que las ponen en riesgo será clave, al igual que asumir sus vulnerabilidades y analizar la pertinencia de hacer grandes esfuerzos nacionales para desarrollar las condiciones necesarias para asegurar su permanencia, competitividad y beneficio para la Nación.

Agradezco los valiosos comentarios de Misael Barrera Suárez Síguelo en @MisaelBarreraS

Fernando Jimenez Sánchez es investigador CONACYT y de El Colegio de Jalisco. Politólogo y Doctor en Análisis y Evaluación de procesos Políticos y Sociales por la Universidad Carlos III de Madrid y máster en Análisis y Prevención de Terrorismo por la Universidad Rey Juan Carlos. Síguelo en @fjimsan