Quizá el Gobierno de México tenga que empezar a preocuparse de los siguientes pasos que probablemente dará el Gobierno del Presidente Trump en materia de seguridad interior. El mandatario norteamericano ha sufrido varios reveses políticos desde las elecciones intermedias de noviembre del año pasado que harán que su comportamiento se vuelva menos previsible y más agresiva con México. Su más reciente derrota fue que la Cámara de Representantes no declarara el estado de emergencia nacional a la frontera Estados Unidos-México, como el venía sosteniendo. Por lo tanto, le urgen victorias políticas para asegurar una base electoral con miras a la renovación de su periodo presidencial en 2020 y sabe que una fórmula que le funciona para avivar a grupos conservadores que quieren ver a un presidente con mano dura, es golpear a México a través del discurso.
La teoría de que México es- o próximamente lo será- un Estado fallido (EF) data de 2008, a finales de la administración Bush, cuando su consejero de seguridad nacional se había referido públicamente a la preocupación de que México se convirtiera en un EF. La primera consecuencia de esto fue que en México y Estados Unidos corrieron ríos de tinta tratando de justificar o no tal teoría, pero la segunda consecuencia, y por supuesto la más delicada, fue el impacto negativo en lo político, social y económico para el País. Específicamente, estas y las subsecuentes declaraciones diplomáticas del Gobierno Norteamericano que, aunque disfrazadas, iban en el mismo tenor, supusieron mayor presión en nuestras políticas públicas de seguridad. Por ejemplo: se establecieron cuotas mínimas a los policías para poner a disposición de la autoridad correspondiente a presuntos delincuentes, lo que les implicó hasta tener que fabricar detenciones a modo para cumplir el número, porque de lo contrario podían ser despedidos de la corporación. O la presión también a las Fuerzas Armadas Mexicanas para “ganar la guerra contra el crimen organizado” inclusive si el objetivo político de la guerra no estaba justificado en términos de los intereses del Estado Mexicano. O la injerencia en nuestros cuerpos de inteligencia para introducir en la agenda temas ajenos al contexto criminal de México. O la presión al Gobierno Mexicano para que permitiera que personal de las agencias de seguridad e inteligencia norteamericanos pudieran portar armas en suelo nacional. Entre muchas otras.
Introducir el concepto fue una jugada estratégica del Gobierno de los Estados Unidos. En primer lugar, al no haber una definición comúnmente aceptada del concepto del EF, cada uno interpretó lo que mas le convenía. En segundo lugar, generó una duda razonable que hacía pensar que efectivamente estábamos en esa condición; es más, hoy todavía hay quienes consideran que el concepto es totalmente valido. En tercer lugar, al haber logrado una masa crítica (al menos en una parte del Gobierno de México) al que ya se le había sembrado la duda, les permitió empujar los temas de su agenda de seguridad interior en nuestro País con menos resistencia política y social durante al menos un par de sexenios.
La realidad es que hoy no se usa el concepto del EF, al menos en el discurso diplomático del Gobierno Norteamericano hacia México. Sin embargo, no quiere decir que se le hayan quitado las intenciones al Presidente Trump de obtener una victoria política interna a costa de su relación con nuestro País. Frente a esto no debería sorprendernos que comencemos a observar una campaña fuerte para justificar la idea de que México pueda convertirse en (o ya es) un Estado Criminalizado (EC). Douglas Farah autor del artículo “TRANSNATIONAL ORGANIZED CRIME, TERRORISM, AND CRIMINALIZED STATES IN LATIN AMERICA: AN EMERGING TIER-ONE NATIONAL SECURITY PRIORITY” Strategic Studies Institute, US Army War College (2012), definía que un Estado Criminalizado son “..aquellos en los que el liderazgo más alto está consciente e involucrado, ya sea de manera activa o por consentimiento pasivo, en empresas criminales transnacionales, donde el crimen organizado trasnacional (COT) se usa como un instrumento del Estado, y donde el poder estatal está incorporado en la estructura operativa de uno o más grupos del COT. Los beneficios pueden ser para un movimiento político en particular, objetivos teocráticos, operaciones terroristas u beneficio personal de los involucrados, o una combinación de estos factores.”
Será todo un reto no caer en las provocaciones discursivas del Presidente Trump. Sobre todo cuando busquen crear una nueva masa crítica para posicionar temas (algunos nuevos y otros tan viejos como la Guerra Fría) que les interesan posicionar a las agencias de seguridad e inteligencia norteamericana en nuestro País. Tales como: “Estados parcialmente criminalizados”, “insurgencia criminal”, “alianzas entre grupos terroristas y grupos criminales en México”, “Narcoterrorismo”, “Hezbollah en México y/o Latinoamérica”, “Terroristas infiltrados en grupos migrantes”, “Influencia de Irán y/o Rusia y/o China”, “Los lideres bolivarianos latinoamericanos”, “Frontera ingobernable”, “Socialismo en el Siglo 21”; etcétera.
De lanzarse una campaña de este tipo, el riesgo nuevamente estará en términos políticos (presión al Gobierno de AMLO), económicos (inversión extranjera) y sociales (transformar el descontento social en apoyo a otros partidos políticos) para el País en general, y de forma particular en nuestras políticas de seguridad. El objetivo podría ser el mismo que con la teoría del EF: aceptar, sin restricciones o con muy pocas, la agenda de inteligencia y seguridad de política interior de nuestro vecino del norte.
Por supuesto estos temas suenan creíbles bajo el contexto criminal que vive México, pero no necesariamente todo es cierto. Recordemos que para que la propaganda tenga efecto en el publico objetivo, primero es necesario posicionar un concepto que simplifique el entender de esas personas. Es decir, tiene que ser una idea simple, atemporal, polémica y que pueda hacerse “viral” rápidamente. En este escenario, el Estado mexicano tendrá que defender la posición mexicana con argumentos diplomáticos, sin embargo, también será labor de nuestras áreas de inteligencia y seguridad analizar el fenómeno a detalle y diferenciar lo que es propaganda de lo que es potencialmente cierto y verdaderamente entra en el radar de nuestros intereses nacionales. Pero también tendrá que ser labor de los especialistas en estos temas, el desagregar el concepto para desmentirlo, o en su caso, si es que algunos continúan con la idea del EF, pues probarlo más allá de los argumentos falsos y simples.
Francisco Franco Quintero Mármol es Maestro en Inteligencia y Seguridad por el King´s College London, catedrático y conferencista en temas de inteligencia y seguridad y Director de CIS Pensamiento Estratégico