Bruselas 22/03: algo falla en el antiterrorismo europeo

Bruselas 22/03: algo falla en el antiterrorismo europeo

El pasado 22 de marzo, Europa una vez más ha vuelto a ser víctima de la violencia del terrorismo radical islámico. Ahora la ciudad de Bruselas, centro de la Unión Europea, fue blanco de una célula de la organización terrorista Daesh o el autodenominado Estado Islámico. De nueva cuenta, los terroristas pudieron actuar en un continente que no solamente ha sufrido el terrorismo desde principios del siglo pasado, sino que también cuenta con uno de los más refinados y robustos sistemas de seguridad en el planeta.

El atentado, que dejó un saldo estimado hasta el momento de 31 muertos y alrededor de 200 heridos de al menos 40 nacionalidades, no solamente ha conmocionado a una ciudad cosmopolita y sede de la coalición militar de occidente, la Organización del Tratado del Atlántico Norte u OTAN, sino que también se puede entender como una amenaza mayor, dirigida hacia la Unión Europea en su conjunto. Esto debido a que Bruselas es literalmente el centro del poder político de la Unión. En ella se encuentran el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo, lugares en los que se formulan leyes y se monitorea su complimiento. Es, nada más, el centro de la toma de decisiones que afectan a los 28 Estados Miembro de la Unión.

Ante ello, este atentado no es de ninguna forma uno más en la historia de las naciones que comprenden la Unión Europea. Es un ataque que muy posiblemente, en consecuencias políticas y de seguridad, sea de mayor importancia que los que se llevaron a cabo en Madrid en 2004, Londres en 2007 o París el año pasado, solo por recordar los más grandes que ha sufrido el continente en los últimos años. Este reciente atentado, es posiblemente, el 11 de septiembre europeo, que modificará la forma en que, desde Bruselas (la Unión Europea), se ve el terrorismo y el día que también ponga a prueba los instrumentos que la Unión ha desarrollado para contrarrestar este tipo de violencia política.

Para comprender la reacción de la Unión Europea, sus alcances y sus límites, es necesario revisar la última versión, 2014, de la Estrategia Antiterrorista Europea. Este documento es la base de los mecanismos de la lucha antiterrorista, ya que proviene de versiones anteriores de 2005 y 2012, y en ella se establecen los valores y formas de enfrentar este tipo de violencia política. El documento, desde su primera versión, establece los cinco principios de la lucha antiterrorista: prevenir, proteger, perseguir, responder y reforzar el compromiso con los socios internacionales. Los cuáles se ven complementados por cuatro medios para lograrlos: el reforzamiento de las capacidades nacionales, facilitar la cooperación internacional, desarrollar la capacidad colectiva y el fomento a las organizaciones internacionales.

Cada uno de los elementos contenidos en la Estrategia son abordados por diversas instituciones europeas o nacionales y con diferentes instrumentos: La prevención se hace por medio de la vigilancia de Internet, de los ciudadanos extranjeros, de las personas con vínculos sospechosos y de quienes han viajado a lugares en donde se pudieron radicalizar o ser entrenados en armas. La protección se hace por medio de las políticas que rigen los espacios públicos y la infraestructura para reducir la vulnerabilidad de los gobiernos y sus ciudadanos. La persecución se lleva a cabo mediante la investigación de las instituciones nacionales de seguridad y justicia, las europeas, o todas aquellas necesarias para presentar ante los tribunales a los responsables de los atentados terroristas y a quienes les ayudaron a realizarlos. Finalmente, la respuesta busca, a partir de la solidaridad entre las naciones europeas, un manejo de daños y crisis que disminuya miedo en la población y la mejora de los instrumentos de las instituciones de gobierno y de la sociedad ante un futuro evento terrorista.

Las labores para cumplir la Estrategia Antiterrorista cabalmente se hacen mediante la participación de instituciones europeas tales como la Oficina de la Policía Europea o Europol, la Unidad de Cooperación Judicial de la Unión Europea o Eurojust, la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores de los Estados miembros de la Unión o Frontex, la Agencia de Seguridad de las Redes y de la Información de la Unión Europea o Enisa el Centro de Inteligencia y de Situación de la Unión Europea o EU Intsen, por nombrar solo algunas que podrían ser conocidas y que son la punta de lanza de estrategias, planes, programas y acciones que diariamente se desarrollan de forma conjunta entre autoridades nacionales y europeas de seguridad.

Las agencias de seguridad belgas y las europeas deben de estar preocupadas, nuevamente los terroristas lograron realizar un ataque con una estrategia ya conocida por las instituciones de seguridad y en contra de blancos contemplados en las agendas de seguridad de las ciudades. Dos atentados coordinados en diferentes partes de la ciudad, similar al de París, el primero en el aeropuerto, uno de los lugares más seguros de la ciudad y simbólicamente puerta de entrada y salida de la sede de la Unión Europea. El segundo, el metro, un medio de transporte, de nuevo, al igual que en Madrid (trenes de cercanía) y Londres (autobuses urbanos). Un blanco suave, difícil de vigilar y de controlar para las instituciones de seguridad, una “rompedera de cabeza” dirían algunos.

Ahora bien, entre quienes llevaron a cabo el atentado se encontraban dos hermanos, Ibrahim y Khalid El Bakraoui, al igual que en los atentados en el maratón de la ciudad de Boston en Estados Unidos de América en 2013, donde de igual forma dos hermanos explotaron dos dispositivos, que dejaron un saldo de 3 muertos y 264 heridos, y quienes se suicidaron al accionar las bombas. En Bruselas, uno más se ha dado a la fuga y es buscado por las fuerzas de seguridad, situación similar al atentado en París a principios del año. Aparentemente estas tres personas tenían un vínculo con Salah Abdeslam, quien fuera parte de la célula que atacó en París en enero de este año, detenido la semana pasada en Bélgica.

En los próximos días y semanas seguramente tendremos mayor información sobre los terroristas y los pasos que llevaron a los ataques. Veremos si se confirma la versión de que los atentados en Bruselas  tienen relación directa con la detención de  Salah Abdeslam, si fueron diseñados fuera de la Unión Europea y el tipo de fallas que existieron en las instituciones de seguridad. No sobra decir, que estas últimas han estado, en lo que va del año, enfocadas principalmente en la prosecución de  Salah Abdeslam y ocupadas en otro tipo de ataques, como el que se vivió el 31 de diciembre pasado en Alemania y Holanda, en donde un grupo de presuntos radicales islámicos llevaron a cabo un ataque coordinado de acoso sexual en contra de mujeres en ambos países. Ante lo cual, las instituciones encargadas de la seguridad en el continente se encontraron gestionando lo que para alguna parte de las sociedades parece erigirse como una gran amenaza conjunta: la migración y los refugiados sirios.

Una cuestión extra que no debe de pasar por alto es que, de nueva cuenta, los terroristas contaban con fichas policiales: había sucedido en Madrid, también en París y parece ahora una norma que los terroristas se encuentren vinculados a actividades criminales, que sean conocidos o vigilados por las autoridades y que estas no vinculen las actividades criminales con el terrorismo, o que no intercambien dicha información con otras naciones que también los tienen fichados. Cuestión que responde a la descoordinación que rige a las instituciones de seguridad y que impide prevenir los atentados terroristas, lo que ha quedado claramente explicado en el informe del Congreso de Estados Unidos de América sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001 y en el proceso judicial que se llevó a cabo por los atentados de 2004 en Madrid.

Las quejas y errores comenzarán a conocerse, al igual que los elementos que los expertos y las instituciones de seguridad identifican como centrales para hacer frente a las actividades terroristas, en especial al Daesh. Seguramente hablaremos de la radicalización y reclutamiento terrorista en internet y de la privacidad, de la necesidad de restringir los derechos de las sociedades y de reducir las barreras para la cooperación internacional. Claro, sin olvidar las centrales: la potencial “amenaza” que podrían representar los refugiados, los medios para controlarlos y la importancia de las fronteras para la seguridad de las naciones.

Ahora bien, en la Unión Europea los resultados finales de las herramientas para contrarrestar al terrorismo se encuentran en manos de instituciones locales, ya sean de gobierno centrales, regionales o municipales. Esto es importante subrayarlo, porque pese a que la Unión Europea ha creado un cúmulo de instituciones de seguridad, ninguna de ellas tiene capacidades operativas de despliegue en tierra, de efectuar operativos y de realizar arrestos. Debido a la existencia de un sistema de respeto a las soberanías estatales y las jurisdicciones nacionales por parte de la Unión Europea y entre los Estados Miembro.

Uno de los pasos que se deben de dar post atentado es enfrentar con seriedad todos los elementos que impiden instaurar un esquema eficaz y eficiente de cooperación y coordinación en seguridad. Si bien se ha avanzado enormemente en cuanto a las responsabilidades en materia de terrorismo y crimen organizado, ejemplo de ellos es Europol, se necesita continuar en la construcción asertiva de una agenda europea e inclusive global conjunta, con prioridades claras, medios específicos y aportación de recursos precisos. En donde quede clara la posición que debe desempeñar cada participante y, por qué no, establecer una serie de sanciones para quienes no cumplan lo acordado o establecido.

En los próximos meses, en la búsqueda de mejorar la respuesta antiterrorista europea, se podría discutir la tardanza en los sistemas de toma de decisiones de la Unión Europea, ampliar los poderes de las instituciones europeas, crear nuevos lazos entre ellas y seguir enfocando su trabajo a mejorar el apoyo a las agencias nacionales de seguridad de los Estados Miembro. Asimismo, será necesario revisar el sistema de información y datos de ciudadanos europeos y visitantes, la transferencia de datos criminales y terroristas entre instituciones de seguridad y el cruce de estos para identificar posibles amenazas a la seguridad. Todo ello bajo un paraguas de libertad y derecho a la privacidad que hasta el momento ha prevalecido en la Unión Europea y que lentamente se ve bajo amenaza ante la necesidad de brindar mayor seguridad a los ciudadanos.

Por último, nuevamente se demuestra con estos atentados que la respuesta al terrorismo internacional es la cooperación y coordinación en materia de seguridad, la cual, pese a la existencia de acuerdos bilaterales y multilaterales, tales como Interpol, Europol, Eurojust, Ameripol, Aseanapol y Afripol; no ha llegado al nivel que necesitan las agencias de seguridad para hacer frente al terrorismo. Por ello es necesario reforzarla, romper los paradigmas existentes y acabar con las incapacidades o ineficiencias policiales locales para que se pueda realizar un trabajo conjunto, de forma nacional, internacional o inclusive global en contra de la amenaza que ha marcado los primeros quince años de este siglo y que no tiene pinta de que vaya a cesar en las próximas décadas.

Agradezco los valiosos comentarios de Misael Barrera Suárez.

Fernando Jiménez Sánchez es politólogo y Doctor por la Universidad Carlos III de Madrid, con maestría en Análisis y Prevención del Terrorismo en la Universidad Rey Juan Carlos. Es investigador posdoctoral del Centro Geo/Conacyt y miembro del Laboratorio Transnacional Paz Sostenible.