El “Mencho” y la oportunidad de los servicios de inteligencia mexicanos para lucirse.

El “Mencho” y la oportunidad de los servicios de inteligencia mexicanos para lucirse.

Para alimentar la toma de decisiones del gobierno de México, el presidente López Obrador contaría con 8 instancias que realizan actividades y producen documentos de inteligencia. Siete tienen una orientación a la inteligencia criminal y una a temas de riesgos sanitarios. La Secretaría de la Defensa Nacional tiene una sección orientada a la inteligencia militar-criminal. La Secretaría de Marina Armada de México cuenta con su propia unidad y cuya actividad está orientada hacia los temas navales-criminales. La Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana cuenta a su vez con dos instancias: la primera es el Centro Nacional de Inteligencia –el área de inteligencia civil más grande e importante del país— y la segunda área que se encuentra junto de la Guardia Nacional, ambas orientan sus esfuerzos a la inteligencia criminal. Por su parte, la Fiscalía General de la República también cuenta con 2 áreas orientadas a la inteligencia ministerial-criminal. Mientras tanto, la Secretaria de Hacienda y Crédito Público cuenta con una unidad encargada de realizar inteligencia para combatir el lavado del dinero y el financiamiento al terrorismo. Finalmente, la octava área de inteligencia se encuentra dentro del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria y que observa los peligros sanitarios. El andamiaje institucional mexicano en materia de inteligencia no es muy robusto en cuanto a número de personal, presupuestos, capacidades operativas y lo más importante capacidades analíticas. Tampoco cuentan con una legislación adecuada o con una estructura tipo comunidad de inteligencia que incentive u obligue a estas instancias a cooperar entre ellas. Por ello, la enorme importancia de mujeres y hombres de inteligencia que en ellos recae la estratégica...

¿Qué esperar sobre el Dialogo de Seguridad de Alto Nivel entre México y Estados Unidos?

En el marco del Dialogo de Seguridad de Alto Nivel entre México y Estados Unidos, los países se comprometieron a establecer un marco integral y de largo plazo que guie las acciones binacionales de seguridad, salud y desarrollo. La idea clave de este nuevo entendimiento, llamado “Bicentenario”, fue que ambos países incorporaran por igual sus prioridades en materia de seguridad. Esto, es positivo dado que los anteriores esfuerzos en materia de seguridad binacional reflejaban solamente los temas norteamericanos. Podemos entonces enmarcar al “Entendimiento Bicentenario” como el tercer capítulo de la historia bilateral en materia de inteligencia y seguridad. El primer capítulo fue el llamado “Proceso de Certificación contra las Drogas”, un instrumento inútil para el combate a la criminalidad en México, pero si bastante eficaz para violar la soberanía de México ya que lo sometía a estar cooperando, bajo amenazas de que en caso de incumplimiento habría sanciones comerciales muy graves, con la agenda que dictaran los norteamericanos y sin ninguna corresponsabilidad de su parte dado que este proceso de certificación solo reflejaba el interés norteamericano en el combate a las drogas. Durante la primera década del S.XXI, los expresidentes Fox y Calderón terminaron con la certificación, pero crearon, junto con el gobierno de Washington, el segundo capítulo de esta historia y que fue la llamada “Iniciativa Mérida”. Este instrumento también fue poco útil para el combate a la criminalidad en México. Su objetivo era que el gobierno norteamericano transfiriera recursos y equipo, así como dar capacitación a funcionarios en México en materia del combate a la criminalidad, sin embargo, el proyecto no funcionaba porque en primer lugar no...

¿Qué debería preocuparnos del ataque en Salamanca?

El pasado domingo 19 de septiembre, en Salamanca, Guanajuato, murieron 2 personas y otras resultaron heridas tras la explosión de un artefacto explosivo. El debate en los siguientes días se concentró en determinar si era un acto terrorista, sin embargo, nosotros consideramos que la clave, desde el punto de vista de la inteligencia, no está en el acto mismo, sino en el dominio de la técnica mostrada ese día por parte de los perpetradores. Por muchos años, en CIS Pensamiento Estratégico hemos dado puntual seguimiento al fenómeno del terrorismo tanto doméstico como internacional, los artefactos explosivos improvisados y la utilización de técnicas terroristas por parte de organizaciones criminales. Sin embargo, a pesar de que consideramos que lo sucedido en Salamanca no fue un acto terrorista, este evento tuvo elementos interesantes que lo hacen similar a algunos otros actos conducidos por grupos que han abrazado el terrorismo en México. El tipo de ataque no define si es terrorismo o no. Es decir, no por que haya explosivos es terrorismo y no por que haya armas pequeñas o ligeras en una escena del crimen es un acto criminal simple. Tanto es probable que el terrorista utilice la venta de drogas para financiarse como también lo es que el narcotraficante utilice explosivos para amedrentar a sus adversarios o al gobierno que combate.  Un ataque cuya finalidad sea utilizar el terror como método multiplicador de fuerza para cambiar o imponer una situación política que convenga al perpetrador es un ataque terrorista. Por el otro lado, cuando el objetivo final que se persigue en un ataque es obtener una ganancia monetaria –independientemente de si...
El nuevo terrorismo post Afganistán

El nuevo terrorismo post Afganistán

El fin último de un grupo o un individuo que abraza la causa terrorista es imponer una condición política a su adversario. El infundir miedo a una población, a través del acto terrorista, es un medio para alcanzar ese fin último que desean. Siempre se ha reconocido, que, si bien las organizaciones terroristas cometen infinidad de actos criminales, en realidad nunca lograran obtener una victoria decisiva y final sobre sus adversarios. ETA no lo logro, tampoco lo hicieron el Ejército Republicano Irlandés, Sendero Luminoso, Hamas, o los Montoneros. El terrorismo era más bien considerado una técnica de combate que azota a una sociedad a los gobiernos que son blanco de estos ataques, pero que no ganará al final del día. Una razón que explica lo anterior, es que las organizaciones terroristas no tienen una estructura organizacional que les permita operar con suficiente fuerza para ganar batallas importantes y consecuentemente imponer su condición política de forma decisiva al adversario.  Es decir, sus estructuras son muy útiles y efectivas para operar en la clandestinidad y generar terror constante a través de sus actos—incluso traspasando las fronteras de su propia zona de acción— pero no tienen capacidad financiera, técnica y humana para derrotar a esos gobiernos que han elegido de adversarios. No es que no puedan tener esta capacidad, sino que la lógica del terrorismo es trabajar ya sea a partir de inspirar nuevos individuos (los llamados lobos solitarios) o con células que operen de forma descentralizada y casi sin nulo control del núcleo de la organización. Sin embargo, los hechos recientes en Afganistán parecen haber cambiado esta tesis y lo que...
¿Qué hacer cuando en seguridad no hay definición política?

¿Qué hacer cuando en seguridad no hay definición política?

Hemos señalado en varias ocasiones el grave error estratégico en que incurrió el gobierno del presidente López Obrador al inicio de su sexenio, que no definió un objetivo claro en materia de seguridad pública, interior y nacional. Los objetivos definidos desde lo más alto de la política son claves por muchas razones, pero principalmente por que manifiestan de forma explícita el estado final que desea alcanzar un gobierno determinado en materia de seguridad y orienta los recursos a su disposición hacia esa dirección trazada. Esta falta de definición perjudicó a las instituciones recién creadas como la Guardia Nacional, la Secretaría de Seguridad Ciudadana y a otras que se reacomodaban como el Centro Nacional de Inteligencia. Los especialistas de esas instituciones obviamente pudieron confundirse al no saber que cursos de acción tomar para alcanzar el éxito ni tampoco cómo se debían coordinar. En resumen, sin objetivos no hay nada y el presidente no corregirá en el resto de su administración ese error que tiene de origen y que afectan los resultados en materia de seguridad y deja en vulnerabilidad a la población frente a la criminalidad. Entonces ¿Qué hacer con la seguridad cuando no hay objetivos políticos definidos? ¿Qué pasa con las instituciones, los recursos y su personal? La teoría indica que, a falta de liderazgo político, la planeación y la definición de objetivos tendría que desplazarse hacia aquellas burocracias conocedoras de las amenazas y las vulnerabilidades que afectan a un país en particular. Sobre todo, la responsabilidad tendría que caer en burocracias profesionales, estables, sujetas a rendición de cuentas y con pesos y contrapesos democráticos. Por una parte, las...