¿Qué hacer cuando en seguridad no hay definición política?

¿Qué hacer cuando en seguridad no hay definición política?

Hemos señalado en varias ocasiones el grave error estratégico en que incurrió el gobierno del presidente López Obrador al inicio de su sexenio, que no definió un objetivo claro en materia de seguridad pública, interior y nacional. Los objetivos definidos desde lo más alto de la política son claves por muchas razones, pero principalmente por que manifiestan de forma explícita el estado final que desea alcanzar un gobierno determinado en materia de seguridad y orienta los recursos a su disposición hacia esa dirección trazada.

Esta falta de definición perjudicó a las instituciones recién creadas como la Guardia Nacional, la Secretaría de Seguridad Ciudadana y a otras que se reacomodaban como el Centro Nacional de Inteligencia. Los especialistas de esas instituciones obviamente pudieron confundirse al no saber que cursos de acción tomar para alcanzar el éxito ni tampoco cómo se debían coordinar.

En resumen, sin objetivos no hay nada y el presidente no corregirá en el resto de su administración ese error que tiene de origen y que afectan los resultados en materia de seguridad y deja en vulnerabilidad a la población frente a la criminalidad.

Entonces ¿Qué hacer con la seguridad cuando no hay objetivos políticos definidos? ¿Qué pasa con las instituciones, los recursos y su personal?

La teoría indica que, a falta de liderazgo político, la planeación y la definición de objetivos tendría que desplazarse hacia aquellas burocracias conocedoras de las amenazas y las vulnerabilidades que afectan a un país en particular. Sobre todo, la responsabilidad tendría que caer en burocracias profesionales, estables, sujetas a rendición de cuentas y con pesos y contrapesos democráticos.

Por una parte, las burocracias civiles podrían presentar algunas ventajas para liderear estos procesos ya que cuentan con pesos y contrapesos democráticos que permiten que la definición de la amenaza pueda ser evaluada por diversos órganos. Sin embargo, algunas de estas burocracias civiles mexicanas tienden a ser inestables (no son premiadas por su desempeño en el puesto sino por los vaivenes de los líderes políticos) y muchas de ellas con poca experiencia en la materia.

Dado que estas burocracias civiles pueden tener un limitado conocimiento, por ello podrían ser mas propensos a verse sujetas a la politización (la influencia de una agenda particular del líder político y no de los intereses de un país) de la inteligencia y la seguridad.

Es esta razón por la cual se considera que difícilmente puedan liderar un proceso de esta naturaleza ya que en muchas ocasiones los esfuerzos solo terminan por “oscilar el péndulo” es decir haciendo reformas para tapar un hoyo, pero haciendo otros, y en definitiva no resolviendo los dilemas de fondo dado que su conocimiento sobre el tema es de tan solo de unos años atrás.

Por el otro lado, las burocracias militares tienden a ser más profesionales y estables y quizá por ello las idóneas, aunque no las mejores, para conducir la seguridad cuando falta la guía del más alto nivel. En México ese es el caso de los elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) y la Secretaría de Marina Armada de México (SEMAR), que son instituciones no políticas y que atienden a los intereses del Estado.

Sin embargo, el político podría estar dejando perversamente “al elefante en la habitación” que es el definir los objetivos de la seguridad pública a las fuerzas armadas ya que esto les puede acarrear enormes problemas tanto al interior de la institución como en sus niveles de aceptación con la sociedad que es su activo más importante para la permanencia futura de ambas instituciones.

Recomendación estratégica. La integración de la Guardia Nacional a la SEDENA, puede ser el mensaje del presidente de que deja en manos de las fuerzas armadas la definición del estado final deseado de la seguridad. No es una decisión preocupante dado que las fuerzas armadas son institucionales, profesionales y capaces de afrontar el reto. Lo que inquietaría es que el presidente haya abandonado su facultad de dar una guía política sobre el rumbo que debe tomar la seguridad de los mexicanos y que solo este aparentando que hace algo al oscilar el péndulo.