Todo sistema de seguridad debe (o debería) estar diseñado para funcionar en tres momentos distintos: el antes, el durante y el después de una situación de peligro. Esto mismo aplica tanto para sistemas de seguridad en el nivel internacional, como de seguridad nacional, seguridad pública o seguridad privada. Para cubrir las necesidades de los sistemas de seguridad en estos tres momentos, éstos se construyen a partir de la suma de diversos compontes como pueden ser los tecnológicos, los procesos, el recurso humano, entre otros. El hecho es que el uso y la preponderancia de los componentes dependen, por una parte, del nivel de seguridad requerido o solicitado y por otra parte de la cultura del propio líder o diseñador del sistema de seguridad, esto es, habrá quienes consideren de antemano que los componentes tecnológicos son la base de un sistema de seguridad u otros que sostengan que el componente humano es el más importante. Sobre estos y otros paradigmas se construyen los sistemas de seguridad en cualquiera de los niveles antes mencionados. No obstante si habláramos de buenas prácticas, de empresas capaces y buenos diseñadores y líderes, los sistemas de seguridad tendrían que construirse con seis componentes armonizados a partir de un enfoque sistémico (no preponderancia de uno sobre el todo): humano, tecnológico, información, procesos, ley y sinergia. Estos componentes tendrán que ser colocados en cada uno de los momentos antes mencionados para lograr un sistema de seguridad eficiente, efectivo y eficaz.
Otras dos características de un buen sistema de seguridad es que deben ser sólidos y estables. Citando algunas definiciones dadas durante la construcción del Proyecto Justicia Efectiva para Todos, de la Procuraduría General de la República, “…la solidez es la capacidad de resistir la carga, expresada en términos del volumen de operación esperada, así como aguantar los picos en la demanda de servicios. Mientras que la estabilidad es la propiedad de no desplomarse, ni tambalearse, ante las perturbaciones externas. La solidez implica tener diseños de hardware, de software y humanware robustos con capacidad suficiente y con esquemas de autoescalamiento. La estabilidad implica diseños inteligentes que sepan tratar con las excepciones y no se pasmen cuando no ocurre lo que se esperaba.”
Aun a pesar de lo antes mencionado la realidad es que no hay sistema de seguridad infalible. Las razones son varias aunque podemos resumirlas en que 1) no podemos prever todo lo que va a suceder, 2) no podemos saber con certeza si los componentes del sistema resistirán la primera línea de defensa o 3) no podemos anticiparnos al comportamiento racional de un adversario. Es así que se le llama turbulencia a todas esas presiones internas o externas que ocasionan que un sistema de seguridad falle. Hay infinidad de turbulencias que pueden provocar que los sistemas colapsen, sin embargo en CIS hemos encontrado que en temas de seguridad nacional al menos hay tres que les llamamos turbulencias mayores y que tan solo una de ellas (aunque a veces se requiere la suma de las tres) ocasionan un efecto dominó sobre todo el sistema para colapsarlo; en ese mismo sentido, sí los sistemas no están preparados para prevenirlos y contenerlos entonces la caída del sistema de seguridad nacional es mucho más acelerada. La primera turbulencia mayor es la corrupción la cual es muy peligrosa porque puede generar que los sistemas se vuelvan lentos, inoperables, discrecionales, tolerantes y hasta inservibles frente a los riesgos y las amenazas en el entorno. La puerta de entrada a la corrupción la abren dos tipos de personas: los primeros son las personas propensas a la corrupción y los segundos son las personas vulnerables frente a la corrupción (plata o plomo) es decir, aquellos que el débil apoyo institucional los expone frente al poder de la delincuencia y que los obliga a ceder a las presiones de los criminales o de lo contrario su vida o la de su familia correría peligro. Ambos grupos tienen motivos distintos para entrar en la corrupción pero el resultado para el sistema es el mismo. Es importante resaltar que el entorno de corrupción donde opera el sistema de seguridad nacional no es la principal fuente que ocasiona que el sistema falle, más bien es su capacidad interna para disuadirla y combatirla lo que hace al sistema fuerte o débil frente a la corrupción y obviamente más proclive al colapso.
La segunda turbulencia mayor es la provocada por un ataque sorpresa. Si éste es estratégico su fuerza puede llegar a colapsar un sistema de seguridad nacional y la razón es que el golpe a un organismo desprevenido siempre tendrá mayor impacto que sobre uno que se encuentra prevenido y preparado para el combate. Para llevar a cabo un ataque sorpresa se deben de juntar al menos uno de los siguientes factores: primero la habilidad del adversario (no importante si este es grande o pequeño) para llevar a cabo operaciones que desestabilicen al sistema en su conjunto; en segundo lugar que el sistema de seguridad nacional este “relajado”. Cuando hay errores en inteligencia o en los sistemas de seguridad siempre es recomendable evaluar si el riesgo o la amenaza se materializaron producto de una debilidad de la inteligencia para detectar “el golpe” o fue producto de la destreza del adversario para acertarlo. El sistema de seguridad nacional en México ha sufrido varios ataques sorpresas que lo han vulnerado y hasta colapsado a lo largo de su historia, esto nos deja claro que no tenemos todavía capacidades maduras en inteligencia y contrainteligencia ni estamos atentos a las intenciones y capacidades de un adversario. Estas son las únicas herramientas que nos pueden prevenir frente a un ataque sorpresa y las turbulencias que este genera dentro del sistema.
La tercera turbulencia mayor es la que se origina por la falta de capacidades de quienes forman parte del sistema de seguridad nacional. Nos referimos a las capacidades humanas, de tecnología, de procesos, de ley, de sinergia y de información que son necesarias en todo sistema de seguridad nacional tanto para los operadores como para los responsables del sistema. La falta o debilidad sistémica de estas capacidades hacen que el sistema colapse. En los operadores recae mucha responsabilidad porque tienen que conducir y enfrentar el día a día, por ello la falta de capacidades en esta zona es mucho más crítica para el funcionamiento del sistema. Por otra parte los responsables del sistema tienen la obligación de tomar las decisiones para el continuo y correcto funcionamiento. Hay responsables que tienen que ver con la toma de decisiones diaria y otros que toman decisiones más de carácter político o estratégico que también son igualmente responsables por el buen funcionamiento y la prevención de este tipo de turbulencia.
Ahora bien, en estos días posteriores a la fuga de Joaquín Guzmán han aparecido múltiples voces (de funcionarios públicos, especialistas, ex funcionarios, sociedad civil organizada, etcétera) con diferentes opiniones mencionando algunos de los puntos que hemos tratado anteriormente. Si hacemos un breve resumen vemos cómo algunos se han concentrado en comentar sobre “el antes”, es decir, en las limitadas capacidades que mostró el Gobierno mexicano para prevenir la fuga; otros (la gran mayoría) han hablado y seguirán hablando del “durante” es decir de la espectacularidad y complejidad del escape; y desafortunadamente los menos son los que están hablando del “después” aunque más bien se han concentrado más en la a tesis de los costos políticos que cargará el Gobierno en general y de la especulación sobre el futuro de algunos funcionarios de primer nivel responsables de los temas de seguridad. Los temas de la corrupción (como tesis para explicar ya sea la fuga o por qué no lo van a recapturar) y la capacidad técnica del Gobierno (en materia de inteligencia y seguridad) también son parte de los recurrentes análisis en prensa, radio y televisión
No obstante los análisis y declaraciones oficiales la interrogante para el gobierno, sociedad, especialistas, etcétera sigue presente ¿Qué influyó para la fuga del Chapo?
Si bien puede estar a discusión que el sistema de seguridad nacional mexicano es funcional, si podemos estar de acuerdo en que presenta fallas sistémicas. Nuestra hipótesis inicial tiene que ver con un error de diseño, es decir, que el sistema no opera en los tres momentos de la seguridad con total eficiencia y eficacia. Los componentes preventivos, reactivos y disuasivos que requiere la seguridad nacional no están correctamente alineados. La captura del Chapo mostró habilidades y cooperación entre algunas agencias de inteligencia y seguridad mexicanas y norteamericanas, pero evidenció las nulas capacidades para poderlo retener en la cárcel. También quedó claro la preferencia que los responsables del sistema de seguridad nacional tienen sobre los componentes tecnológicos y subordinando o minimizando otros importantes. Para muestra sugiero revisar las declaraciones oficiales de cuando se capturó a Joaquín Guzmán Loera (JGL) y la conferencia de prensa para explicar su fuga. Desafortunadamente tampoco vemos que el sistema muestre autocrítica para explicar que salió mal en “el antes” y en “el durante”, aunque más valioso sería explicar qué pasará en “el después” con el sistema de seguridad nacional. La fuga de JGL no solo implica volver a organizar al sistema para reaprenderlo, también tiene que ver en como aprender de los errores para que esto no vuelva a pasar.
El sistema de seguridad nacional tampoco mostró solidez ni estabilidad. En su último eslabón, que es la prisión, “El Altiplano” no tuvo la capacidad para resistir el volumen de carga esperado. Así mismo tampoco mostró estabilidad ya que el sistema de seguridad nacional diseñado por esta administración se tambaleó y pudiera verse desplomado por un predio ubicado a 1.5km de la cárcel.
Que el sistema no pueda resistir turbulencias es lo que a nuestro parecer resulta más grave. Quizá aquí es donde encontraremos respuesta a la pregunta inicial de este análisis. Con respecto a la turbulencia generada por la corrupción, el sistema falla rotundamente porque al parecer no parece poder identificar y castigar al propenso ni tampoco identificar y proteger al vulnerable. Por ejemplo se hace un especial énfasis en las pruebas de control y confianza pero estos son un mecanismo solo para detectar a los propensos y no hay nada para detectar a los vulnerables. Tampoco se observa que haya procesos de inteligencia y contrainteligencia para aprovechar la información que la corrupción genera para poder ser más efectivos; en otras palabras, en los espacios donde se da la corrupción se generan datos e información clave sobre las intenciones y capacidades de los criminales, por ello las áreas de inteligencia tendrían que hacer un mejor esfuerzo para recolectar y analizar esa información.
Como ya lo mencionábamos el sistema de seguridad nacional tampoco estuvo preparado para el ataque sorpresa dado el 11 de julio. Las áreas de inteligencia y seguridad de México no entendieron las intenciones y capacidades de JGM aun a pesar de que ya se había escapado una vez, su organización tenía los recursos para sacarlo de la cárcel y había mostrado una y otra vez que sabían hacer túneles. Aparentemente la parte obvia de la información de inteligencia pasó desapercibida para los tomadores de decisiones.
Finalmente la falta de capacidades de los operadores y los tomadores de decisiones del sistema de seguridad nacional agregó todavía más elementos para colapsar la primera línea de defensa del sistema de seguridad nacional. Es decir, la sola hipótesis de la corrupción no resulta suficiente para explicar la fuga. Habrá que reconocer también el aporte del ataque sorpresa y la imposibilidad del sistema para prevenirlo y contenerlo y la incapacidad de los operadores y los tomadores de decisiones (quizá la turbulencia más importante) que sumaron elementos a la “tormenta perfecta” para que JGM se fugara.
Sobre la falta de capacidades de los operadores y responsables del sistema de seguridad nacional hay que decir que ésta pasa por varios frentes. Primero el nivel de los operadores donde habrá que identificar y sancionar las fallas que tuvieron, para ello se tendrá que analizar lo que hicieron y dejaron de hacer antes, durante y después de la fuga de JGM todo el personal involucrado en el entorno de ese día. En segundo lugar y más importante desde nuestro punto de vista será el identificar las fallas de los responsables o de los tomadores de decisiones del sistema. Aquí hay que ser más cuidadosos porque fácilmente podríamos solamente señalar a los funcionarios dependientes de la Secretaria de Gobernación como los principales responsables, pero eso quitaría la atención de otros igualmente culpables. ¿Pero quiénes son esos otros responsables? La lista puede ser larga, pero el Congreso de la Unión va en primer lugar. El hecho es que en México no tenemos un sistema de pesos y contrapesos a las actividades de inteligencia y seguridad. Esto ocasiona varios problemas: 1) los responsables de estas áreas no son sujetos a evaluación, 2) el Congreso de la Unión con la Comisión Bicameral de Seguridad Nacional solo es un espectador reactivo y no propositivo, 3) los recursos públicos que se invierten en fortalecer las capacidades de inteligencia y seguridad no siguen planes de trabajo estratégicos de Estado sino coyunturales de Gobierno. En resumen no hay un control civil del aparato de inteligencia.
Otros países han tomado acciones legislativas para establecer pesos y contrapesos que les ha funcionado para mejorar sus capacidades en inteligencia y seguridad. Estas evaluaciones, rendición de cuentas eficientes y sanciones efectivas que crearon han hecho que puedan aprender de sus errores y obviamente ser más efectivos para proteger los intereses de sus países en situaciones de peligro futuras. Desafortunadamente en México no vemos en el mediano plazo que acciones de este tipo pudieran tomarse ya que para llevarse a cabo estos cambios se requiere que los principales tomadores de decisiones de la inteligencia y seguridad, incluyendo los del congreso tengan una cultura estratégica sobre estos temas
El sistema de seguridad nacional falló sistémicamente y eso influyó para la fuga de Joaquín Guzmán Loera. La tarea ahora del aparato de seguridad será reorganizarse para reaprenderlo, sin embargo si se deja pasar la oportunidad (como pasó con Ayotzinapa en términos de que no se aprendieron de los errores en materia de inteligencia y seguridad) y no se hacen las evaluaciones correspondientes para aprender de los errores y refundar el sistema, México estará condenado a sufrir reveses más grandes en materia de inteligencia y seguridad.