Para alimentar la toma de decisiones del gobierno de México, el presidente López Obrador cuenta con 8 instancias que realizan actividades y producen documentos de inteligencia. Siete (dos militares y cinco civiles) tienen una orientación a la inteligencia criminal y una a temas de riesgos sanitarios. Cada una de estas instancias producen conocimiento relevante de inteligencia que llega por distintos medios a la mesa de decisiones del presidente.
Ahora, la pregunta es sí cada una de estas instancias debería hablarle al oído al presidente sobre temas de inteligencia o tendría que ser una sola figura central que recopile todo lo producido por las diversas instancias y hacérselo llegar directamente por una única via.
Esta es una discusión operativa importante sobre los servicios de inteligencia, es decir, que tan centralizados o descentralizados deberían de estar de la toma de decisiones. Siguiendo el modelo mexicano de la administración pública federal, se esperaría que la inteligencia tuviera una organización central, sin embargo, técnicamente no es así en el día a día y eso trae algunos problemas en el momento de operar temas de inteligencia bajo contextos complejos como lo es el mexicano por que no existe una base jurídica o política de coordinación que obligue a las instancias a cooperar.
En el 2019, la administración del presidente López Obrador hizo reformas al aparato civil de inteligencia. Sin embargo, se perdió la oportunidad de discutir este y otros temas claves de la inteligencia dado que las reformas partieron de las polarizaciones políticas y esos reformadores lo que querían era ganar el juego de vencidas de los conflictos de poder e ignoraron las intenciones genuinas de revisar las necesidades de la inteligencia (Franco, 2021 en “Los enemigos de la inteligencia).
Una de esas necesidades de la inteligencia mexicana implica la reflexión sobre su modelo de organización. Existe un pendiente y que es la creación del Sistema Nacional de Inteligencia, pero aún en el seno de esas discusiones no se ha ido al fondo del tema sobre qué tipo de organización de inteligencia requiere México. Tanto la centralización como los modelos descentralizados son formas de organización de la inteligencia que pueden traer tanto beneficios como costos. En términos simples los beneficios de ambos modelos serían que la centralización puede mejorar la eficiencia al reducir la redundancia entre las organizaciones, mientras que la descentralización puede generar competencia que resulten en mejores estimaciones. Los costos podrían ser que la descentralización puede fomentar el desorden, mientras que la centralización puede suprimir la diversidad de opiniones.
Esta discusión de ambos modelos nunca se dio en México. La única vaga aproximación se realizó con la Ley de Seguridad Nacional que, aunque no discutió el tema, buscó darle predominancia al otrora Centro de Investigación y Seguridad Nacional, hoy Centro Nacional de Inteligencia, para que fungiera como ese asesor único en la materia para la toma de decisiones del presidente. Sin embargo, el diseño institucional mexicano en materia de inteligencia se robusteció justamente después de que se promulgara la ley por lo cual, que el Centro fuera la única voz en la materia, nunca sucedió y los presidentes en turno empezaron a escuchar otras opiniones en la materia y no solo las del CISEN o CNI.
Hay modelos muy claros como el norteamericano (con el DNI) o el inglés (con el jefe de Inteligencia que preside el JIC) que indican quien puede hablarle al presidente sobre temas de inteligencia. Lo que es relevante es que esos modelos se diseñaron a partir de una discusión profunda sobre cómo es más conveniente proporcionarle información de inteligencia a un tomador de decisiones dado que en sus países existen diversas instancias que la producen y también tienen que resolver problemas complejos.
La principal motivación de la discusión para reorganizar estos servicios de inteligencia fueron los fracasos que habían tenido para alertar la toma de decisiones. Los ataques del 9/11 sacudieron a la comunidad de inteligencia norteamericana. A los ingleses los sacudió el fracaso del involucramiento en la Guerra contra Irak en 2003. A los israelíes el fracaso de la guerra en 2006 en el Líbano. E incluso, calculamos que los servicios de inteligencia ruso están por verse sacudidos de forma considerable dado el resultado hasta ahora obtenido en la guerra contra Ucrania. Pero en México nada ha motivado esta discusión, ni los errores cometidos en Ayotzinapa, ni el combate al crimen organizado, ni el número tan elevado de muertes de mexicanos por el combate a la criminalidad, ni el cambio de 3 partidos distintos en la presidencia, etcétera.
Por ello, vale la pena que en México se explore la necesidad de tener un coordinador(a) central de inteligencia que organice la distinta información que se produce en la materia. Sería imposible tener un sistema intermedio, es decir, que pudiera ser al mismo tiempo, descentralizado, esto es, que permita dar a los analistas la libertad de pensamiento y resolución de problemas y al mismo tiempo que sea central para que garantice una respuesta rápida y coordinada a las necesidades del tomador de decisiones.
Por ello, quizá la mejor oportunidad para México sea el implementar un coordinador de instancias que sería el punto medio entre la centralización y la descentralización. Sin embargo, por supuesto que la sola coordinación no es suficiente para el correcto funcionamiento de la inteligencia. La coordinación necesita liderazgos fuertes, procesos claros, encontrar el perfil adecuado que dirija a instancias que no están acostumbradas a ser guiadas, diferenciar las responsabilidades operativas, es decir, elementos que deben partir de una profunda reflexión sobre el tipo de inteligencia que el país requiere para los retos del S.XXI.