Una policía para la nueva realidad en las ciudades

Una policía para la nueva realidad en las ciudades

Como consecuencia de la pandemia, se están produciendo cambios importantes, en los sistemas sociales, políticos y económicos, a tal grado que se pronostica que, a su final, el mundo habrá cambiado y creado una nueva realidad. Esta idea, fundamentada en las implicaciones de las modificaciones que hemos realizado en dichos sistemas en los pasados nueve meses obliga a pensar que tipo de instituciones, específicamente las policiales, vamos a necesitar y desear en la nueva realidad.

A nivel global, los cambios en la vida de las personas son palpables. Las sociedades y sus gobiernos, con la intención de disminuir los contagios y las muertes de las personas, aplicaron medidas de distanciamiento social y de confinamiento que modificaron las relaciones humanas.

Como consecuencia, se presentaron retos económicos para gran parte de la población, en especial esos cientos de millones que viven al día. La delincuencia y violencia modificó sus patrones de comportamiento; la distribución geopolítica se modificó y algunas actividades económicas, hasta antes de la pandemia indispensables, no se han logrado recuperar de su suspensión. En las relaciones humanas, la desconfianza hacia el otro y la irresponsabilidad de muchos, demostraron la debilidad de los lazos humanos, la falta de solidaridad y el enfrentamiento de ideas.

La policía, una de las instituciones más conservadoras y adversas al cambio, tendrá que hacer frente a las consecuencias de esta situación y hacer esfuerzos para reconsiderar y replantear su función en esta nueva realidad. Particularmente, las instituciones creadas y desarrolladas para dar seguridad en las ciudades deberán atender nuevas demandas y escenarios, en estos lugares que, por sus particularidades, se han visto seriamente impactados por los cambios sociales políticos y económicos de la pandemia.

En las ciudades, las calles bulliciosas se vaciaron; la movilidad sufrió disminuciones de alrededor del 40%; las escuelas dejaron de atender a niños y jóvenes; las fábricas y talleres detuvieron sus actividades y la gran infraestructura de oficinas, símbolo de la modernidad y prosperidad, se vaciaron. Todo ello para asegurar el distanciamiento social y disminuir la probabilidad de contagios, en respuesta y para dar continuidad, principalmente a la actividad económica, muchas de estas actividades se mudaron a los hogares, al mundo virtual y a la actividad individual.

Esta realidad, temporal o permanente, constituye un nuevo escenario para las instituciones, particularmente las policías. Los cambios del comportamiento de las personas y del uso del espacio tiene consecuencias para su funcionamiento, ya que son las dos variables que definen su trabajo. Por ello, si persiste el cambio, inevitablemente existirá una necesidad de adaptarlas a los nuevos comportamientos sociales, económicos y políticos.

A modo de ejemplo; el traslado de actividades a los hogares o mundo virtual disminuyó la necesidad de vigilar y asegurar los espacios en donde se realizaban los intercambios. La vigilancia, en las zonas turísticas, de oficinas y comerciales, necesariamente se verá disminuida ante una menor presencia de personas. Mientras que se necesitará ampliar, en donde existen, las capacidades para vigilar y asegurar el mundo virtual, crear estrategias para enfrentar la degradación de los espacios que quedarán vacíos, edificios, fábricas y todo tipo de estructuras y resolver los problemas que surjan dentro en los hogares, en su mayoría en condiciones de hacinamiento y sin condiciones para estudiar o trabajar.

Esta nueva situación, comienza a dar signos de preocupación en algunas instituciones policiales. En Buenos Aires hay protestas por las condiciones laborales y los presupuestos; en EEUU hay se inició un movimiento de demanda de reforma en las grandes ciudades; en el Reino Unido, Alemania o Francia se cuestiona su actuar, conformación y la forma en que usa la fuerza. Mientras, los oficiales de policía siguen haciendo su trabajo, generalmente de la misma forma que hace 50 o 100 años, e intentan asegurar el cumplimento de las normativas de confinamiento y distanciamiento social.

Los ciudadanos insisten en que las instituciones policiales no responden a sus intereses y que actúan con exceso de fuerza. Esto, que no es nada nuevo, se ha visto potenciado por las presiones de la pandemia. Mientras, otros grupos de ciudadanos se niegan a seguir las normas de confinamiento social, se enfrentan con otros ciudadanos y los oficiales de policía causando desordenes públicos.

Los políticos, algunos enfrascados en procesos electorales, se encuentran enfocados en el control de daños por la pandemia, en la pérdida de vidas; la insuficiencia de los servicios médicos y en la degradada situación económica; dejando a un lado, la también urgente, creación de una hoja de ruta para la reforma policial que de certeza a los ciudadanos.

Ante ello es palpable una realidad, las instituciones policiales no cumplen con las expectativas y necesidades actuales. Ya sean las policías de Nueva York, Londres o Chicago, o las de los países en desarrollo, se encuentran seriamente cuestionadas. Todas parecen ser víctimas de la forma en que la pandemia se encuentra evidenciando las carencias institucionales y el disgusto ciudadano.

¿Qué hacer? lo primero deberá ser contemplar y aceptar la necesidad de cambiar a las instituciones policiales, interiorizar que con la forma como se estructuran y operan actualmente, difícilmente podrán enfrentar los retos de la nueva realidad. Lo segundo será esperar a que esa nueva realidad tome forma, a que las oficinas vuelvan a su actividad o que se vacíen definitivamente; a que el sistema educativo defina la mezcla de lo virtual con lo presencial; que la crisis económica toque suelo y a que los ciudadanos decidan la forma en que van a reapropiar el espacio público y participar activamente en su comunidad.

Independientemente de la forma en que se defina lo anterior, la clave será modificar los paradigmas, esos que tenemos interiorizados y abrirnos a experimentar nuevas forma de construir seguridad, de buscar modelos flexibles que permitan la continuidad de las instituciones, y protejan a sus oficiales y a los ciudadanos; cumplan lo que prometen; consuman menos recursos; se despoliticen; democraticen; hagan uso racional de las tecnologías y se adapten a las realidades cambiantes de las ciudades, en donde por el momento, el cambio es evidente.

Recomendación estratégica: Ante los retos actuales y las proyecciones futuras, los gobiernos de la mano de la sociedad, deberán comenzar el proceso para identificar e impulsar a los líderes policiales que puedan guiar el cambio; discutir la reformar permanente de las instituciones conforme a las necesidades, realidades y expectativas locales; revisar y estudiar los modelos y experiencias de otras ciudades; asegurar los presupuestos e inventar paradigmas adecuados para esta nueva realidad mundial.

Agradezco los valiosos comentarios de Misael Barrera Suárez, Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en seguridad e inteligencia. Síguelo en @MisaelBarreraS

Fernando Jiménez Sánchez es investigador CONACyT comisionado a El Colegio de Jalisco. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y coordinador del Webinar en Estrategia y Seguridad de CIS Pensamiento Estratégico; Doctor en Análisis y Evaluación de procesos Políticos y Sociales por la Universidad Carlos III de Madrid, máster en Análisis y Prevención de Terrorismo por la Universidad Rey Juan Carlos y Politólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México. Síguelo en @fjimsan