No. 2022-1-2
Enero de 2022 comienza con una tercera ola de la pandemia de COVID-19 que hemos padecido por casi dos años; y que parece lejos de terminar. Las mutaciones presentan un reto para la medicina mundial y para las políticas públicas; los gobiernos encuentran serias dificultades para actualizarse y crear condiciones que permitan el desarrollo y por lo tanto que aseguren la Seguridad Nacional.
La medicina global y la ciencia han demostrado su utilidad social y capacidad para producir vacunas y tratamientos en plazos difícilmente antes vistos para enfrentar una pandemia de esta magnitud. Durante estos dos años, los beneficios del trabajo conjunto entre el sector privado y el gobierno se vieron materializados; se evidenció la centralización del conocimiento en algunas naciones y la escasez de fondos científicos; así como las dificultades para hacer accesibles los tratamientos para los más de 7 billones de habitantes del planeta.
Los científicos, todo indica, cumplieron su función social; identificaron el virus y sus variantes, crearon una vacuna y tratamientos en tiempos record, señalaron los retos sociales y económicos, plantearon rutas de acción y realizaron una intensa campaña de concientización con el fin de paliar las consecuencias y acabar en el menor tiempo posible la emergencia sanitaria. También, en algunos casos, lograron persuadir a políticos sobre las medidas a tomar, ayudando al avance del uso de evidencia en las políticas.
Los políticos, con sus históricas limitaciones y diversas cosmovisiones, dejan dudas sobre la reacción y las medidas instauradas para preservar la vida de los ciudadanos, mantener la economía en marcha y sobre las ideas que sustentan las políticas públicas. Desde los mandatarios pro cientificidad, como Angela Merkel en Alemania, el francés Emmanuel Macrón y el canadiense Justin Trudeau, hasta los creyentes alejados de la ciencia como el brasileño Jair Bolsonaro, el estadunidense Donald Trump, durante su mandato, o el británico Boris Johnson, dejan serias dudas sobre lo hecho en estos casi dos años.
El sector privado tampoco deja muy claro su liderazgo y visión de la situación de emergencia, mientras algunos líderes, especialmente los tecnológicos como Google, Apple, Deloitte o McKinsey tempranamente apoyaron las medidas de distanciamiento social y el trabajo a distancia, otros, desconocieron la evidencia científica y desafiando las medidas gubernamentales han impulsado el regreso a un pasado pre pandémico que les beneficia económicamente en mayor medida, pese al riesgo que implica para la salud pública.
La Seguridad Nacional, ante las acciones de estos sectores, científico, gubernamental y privado, líderes y responsables, de primera línea, durante la emergencia pandémica, se ha visto dañada. Seis naciones de los 195 países reconocidos al día de hoy por la Organización de las Naciones Unidas, demostraron tener un sistema científico tecnológico que pudiera reaccionar a la emergencia. Sólo Estados Unidos (Moderna, Johnson & Johnson y Pfizer/BionTech), Reino Unido (AstraZeneca), Bélgica (Janssen), China (Sinopharm y Sinovac) India (Bharat Biotech) y Alemania (Pfizer/BionTech) han logrado desarrollar vacunas conforme a los requisitos de la Organización Mundial de la Salud.
La brecha científico tecnológica de estos seis países con los demás se ampliará, pues las vacunas y tratamientos darán recursos para invertir y fortalecer sus capacidades científicas. Las naciones dependientes tendrán que resignarse a firmar contratos y dedicar importantes partes de sus presupuestos para adquirir las vacunas que puedan servir para preservar la vida de sus ciudadanos.
Los gobiernos demostraron su capacidad para instaurar, por la fuerza o la razón, las medidas de distanciamiento social. En algunos casos el uso de máscaras, como elemento fundamental de protección, en espacios cerrados y públicos fue obligatorio, el trabajo y la educación a distancia fue instaurado y se restringió el contacto entre personas. Para ello, se instrumentaron acciones que van desde el despliegue de las Fuerzas Armadas y los toques de queda, hasta la concientización policial de las situaciones de riesgo. En otros casos, fue imposible para los gobiernos instaurar medidas de distanciamiento social y transfirieron esta responsabilidad a la ciudadanía como respuesta individual.
El sector privado, puso a prueba sus capacidades de adaptación para continuar con la venta de bienes y servicios. Algunas empresas lograron transitar hacia ambientes a distancia o híbridos, demostraron interés en la salud de sus empleados, la disposición a cumplir los lineamientos sanitarios y su papel como agente social. Otras, con bajos niveles de flexibilidad y prácticas laborales del siglo pasado, se presentan como un riesgo para la salud pública, pues dependiendo de su tamaño y prácticas, podrían ser considerados focos pandémicos.
La Seguridad Nacional durante la pandemia se ha encontrado en riesgo, después de ella, por primera vez, en las estrategias o planes para su preservación se dedicará espacio y recursos a la salud pública. Durante estos dos años, las naciones líderes en el campo científico, reforzaron su Seguridad Nacional, aumentaron su poder, influencia y legitimidad, tanto en el ámbito nacional como en el internacional; los gobiernos pudieron evaluar sus capacidades para hacer cumplir las normas y conocieron el comportamiento social en situaciones de alta emergencia; de igual forma, el sector empresarial demostró su utilidad social y disposición para colaborar y cumplir con las medidas sanitarias establecidas.
México, particularmente y como suele suceder, se alejó de los polos y se situó en el centro. Un porcentaje de la población, alrededor del 60%, se encuentra protegida con vacunas gracias a un gasto presupuestal y gestión gubernamental de reconocerse; mientras, por otra parte, siguen los esfuerzos para producir vacunas y medicamentos, a la par que disminuye o se ponen en duda a la ciencia. La capacidad gubernamental para instaurar las medidas de distanciamiento social fue variada, se pidió a la sociedad su cumplimiento sin medidas coercitivas y cuando se utilizó la fuerza para dicho fin, se evidenció la dificultad y falta de capacitación policial para hacer un uso proporcional de fuerza. De igual forma. el sector privado no se ha distinguido por instaurar prácticas innovadoras para el distanciamiento social y tampoco ha sido señalado como fuente de riesgo sanitario, aunque así fuera.
Recomendación estratégica: La pandemia evidenció que la Nación tiene un reto de flexibilidad y capacidad de adaptación al cambio que pone en riesgo el desarrollo e innovación necesarios para aumentar la soberanía y asegurar la Seguridad Nacional. Es necesario que se comprenda que los intentos de volver a la mal llamada normalidad o al pasado detendrán el desarrollo nacional, que el reto pandémico continuará y que lo hecho marcará las próximas décadas. Es evidente la necesidad de invertir más y mejor en el sector científico tecnológico; fortalecer las instancias de gobierno encargadas de verificar y sancionar las conductas irregulares y reconocer y señalar al sector privado por sus buenas o malas prácticas. La vulnerabilidad nacional es evidente, la dependencia internacional y las dificultades de adaptación propician un pensamiento anclado en el pasado que impide, no sólo resolver los retos de la coyuntura actual, sino construir un proyecto a futuro, que nos ayude a desarrollarnos en condiciones de incertidumbre y cambio.
Agradezco los valiosos comentarios de Misael Barrera Suárez, Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en seguridad e inteligencia. Síguelo en @MisaelBarreraS
Fernando Jiménez Sánchez es investigador CONACyT en El Colegio de Jalisco y colaborador del CIS Pensamiento Estratégico. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores; Doctor en Análisis y Evaluación de procesos Políticos y Sociales por la Universidad Carlos III de Madrid, máster en Análisis y Prevención de Terrorismo por la Universidad Rey Juan Carlos y Politólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México. Síguelo en @fjimsan