En México: tenemos que debatir sobre terrorismo

En México: tenemos que debatir sobre terrorismo

El terrorismo internacional, durante las dos primeras décadas del siglo, ha sido la mayor amenaza a la seguridad. La violencia de las organizaciones islámicas radicales y sus consecuencias para la vida social, política y económica a nivel global ha sido la propulsora de una reforma a las instituciones de seguridad no vista desde la guerra fría. En México, el fenómeno del terrorismo es un tema de segundo plano, aún cuando ha tenido consecuencias relevantes para la sociedad y economía del país, para el desarrollo de las instituciones de seguridad y que es un tema recurrente con nuestro mayor socio: Estados Unidos de América.

El 15 a abril pasado, el congresista republicano Greg Abbott, una vez más, señaló la pertinencia de catalogar a las organizaciones criminales mexicanas como terroristas. Esta idea, sustentada en la violencia extrema que ejercen y en la multiplicidad de actividades criminales que afectan las comunidades como el tráfico de personas, de índole sexual, de drogas y la trata; hace necesario un debate sobre las consecuencias y beneficios de catalogarlas de tal manera en la lucha contra la criminalidad organizada y la violencia que ejercen.

El primer asunto a reflexionar se puede enmarcar en las diferencias en la conceptualización teórica de la criminalidad y el terrorismo. Si bien, los dos conceptos merecen un amplio debate para fines prácticos y, en síntesis, se puede decir que los dos fenómenos utilizan la violencia con diferentes fines, económico y político. Esta violencia, expresada de diversas formas y magnitudes, es una herramienta preferente y extensiva de la criminalidad organizada mexicana, la cual ha generado niveles de muerte y destrucción que en muchos casos hacen palidecer la capacidad violenta terrorista.

Cualitativamente, la violencia es similar entre las organizaciones criminales mexicanas y el terrorismo internacional. El aprendizaje y emulación de acciones, así como en la forma de comunicarlas en redes sociales para crear miedo en públicos locales, nacionales e internacionales, es una práctica común y compartida que en algunos casos se confunde y en la que los criminales mexicanos tienen prácticas de extrema violencia, en algunos casos superiores a las presentadas por las organizaciones terroristas.

El segundo asunto son los posibles beneficios del uso de los instrumentos antiterroristas para la lucha contra el crimen organizado mexicano. La flexibilidad, secrecía y excepcionalidad, en algunos casos en plena violación de los derechos humanos y al debido proceso, que tienen las instituciones de seguridad para enfrentar al terrorismo expresado en su máximo esplendor en la Acta Patriótica de Estados Unidos podrían ser de utilidad para enfrentar la criminalidad. La posibilidad de potenciar, con esteroides, la lucha a nivel global, de tomar medidas preventivas y de retener y aislar a personas posiblemente relacionadas con el terrorismo, es posiblemente el punto de mayor interés en la lucha que podría ser beneficioso para naciones con débil estado de derecho y dificultades para perseguir la criminalidad y disminuir su violencia

Perseguir a la criminalidad como se hace con el terrorismo podría implicar el despliegue y uso de diversos instrumentos operativos para la detención o neutralización de probables responsables fuera de los marcos jurídicos legales nacionales, el aislamiento y detención indefinida en centros de reclusión en el extranjero, el uso de inteligencia como elemento de prueba y de interrogatorios reforzados enmarcados en la eliminación de derechos de los ciudadanos. Cuestiones que ponen en entredicho a las autoridades nacionales, la defensa de las soberanías y del estado de derecho.

Para instrumentar el antiterrorismo en contra de la criminalidad, con mayor o menor uso de la fuerza, se tendrían que fortalecer los instrumentos de investigación de las instituciones de seguridad e inteligencia, las cuáles, ante el tamaño y extensión de las actividades criminales podrían mostrar sus límites y resultar contraproducente. Pese a ello, crear una alianza internacional que se tome en serio, como se hizo contra el terrorismo, la lucha contra la criminalidad podría ser de beneficio para, por lo menos, limitar o acotar las actividades globales que actualmente realiza.

El tercer asunto, son las consecuencias para el gobierno mexicano. Las naciones de occidente se han visto beneficiadas por la lucha contra el terrorismo, los ataques han sido limitados y ha creado un sistema de coordinación en el que las instituciones nacionales quieren participar y demostrar su valor y profesionalismo, en vez de aislarse y ser consideradas poco confiables o volverse ejemplo de malas prácticas y fracasos institucionales.

México, con sus débiles instituciones de seguridad y el nacionalismo imperante, tendría que aceptar el apoyo en su territorio de agentes extranjeros con inmunidad que operaran en esquemas de coordinación limitados y fuera del marco legal vigente. Mientras que en reciprocidad podría exigir que en otras naciones se luche con la misma intensidad en contra las actividades criminales de las organizaciones mexicanas, así como un mayor compromiso de los foros multilaterales en los que participa.

La permeabilidad criminal en la política, economía y sociedad mexicana mostraría que pocos sectores son ajenos de prácticas criminales y que desde las élites hasta el pueblo conviven y se benefician de ellas. El antiterrorismo trastocaría al país, sus élites e instituciones, pues cualquier persona con vínculos a las extensas y variadas actividades criminales podría ser blanco de las instituciones de seguridad e inteligencia, que, inclusive, podrían estar guiadas por intereses ajenos a la lucha contra la criminalidad.

También se ampliarían los riesgos de politizar la lucha contra la criminalidad. En un país con grandes organizaciones sería fácil acusar a personas que cuestionasen o evidenciasen los errores del antiterrorismo, modificar los equilibrios de poder e incidir en el sistema económico nacional con fines ajenos a la seguridad y la lucha contra la criminalidad. Dejando en entredicho la soberanía nacional y la capacidad del gobierno para actuar en su defensa.

Las similitudes entre estas dos actividades criminales y posibles beneficios para enfrentarlos hace pertinente debatir el acercamiento similar desde las instituciones de seguridad en la lógica de: problema similar, solución similar. Ante ello, las constantes propuestas de actores en Estados Unidos de América no deberían de ser descartaras, pues los instrumentos desarrollados en las pasados dos décadas para enfrentar el terrorismo pueden ser de gran utilidad para la lucha contra la criminalidad. Priorizarla, perseguirla, homologar las consecuencias conforme al antiterrorismo, así como utilizar el compromiso global, podría ser de gran utilidad para disminuir su amenaza.

México, pese a la intensión desde Estados Unidos de aplicar el terrorismo a la criminalidad, tiene dos elementos extremadamente complejos que le pueden dar tranquilidad. El primero es que las redes criminales son extensivas a decenas de países y, por lo tanto, en cada uno de ellos, tendrían que iniciar una campaña antiterrorista local, que también trastocaría sus sociedades. El segundo es que las naciones, como Estados Unidos, líderes en la lucha contra el terrorismo, se encuentran enfocadas en el resurgimiento de las organizaciones de extrema derecha. Por lo que, por el momento, la criminalidad organizada no tiene que preocuparse por el sistema antiterrorista global.

Recomendación estratégica: Catalogar a las organizaciones criminales como terroristas tienen beneficios y riesgos que deben ser debatidos por el gobierno y sociedad. La vulnerabilidad que tiene el país por la falta de este debate hace que pueda utilizarse de forma política y ajena a los intereses legítimos de México. Postergarlo implica continuar con una actitud reactiva ante un tema de seguridad internacional, que si bien, actualmente se encuentra eclipsado por el resurgimiento del terrorismo de extrema derecha que tienen ocupadas a las naciones que lideran la seguridad internacional, resurgirá cada que un actor político quiera presionar a México.

Agradezco los valiosos comentarios de Misael Barrera Suárez, Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en seguridad e inteligencia. Síguelo en @MisaelBarreraS

Fernando Jiménez Sánchez es investigador CONACyT comisionado a El Colegio de Jalisco y colaborador del CIS Pensamiento Estratégico. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores; Doctor en Análisis y Evaluación de procesos Políticos y Sociales por la Universidad Carlos III de Madrid, máster en Análisis y Prevención de Terrorismo por la Universidad Rey Juan Carlos y Politólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México. Síguelo en @fjimsan